El banquito de picar carne

El banquito de picar carne

Dominicana se ha convertido en este siglo XXI en el banquito de picar carne de los países, supuestos amigos, como una forma de corregir tantas travesuras peligrosas que se han venido cometiendo y ampliándose en la medida que aumentan las ambiciones de los políticos para amasar fortunas y hacerse cada vez mas ricos.

Ese latrocinio, en perjuicio de los recursos públicos, lo observan desde otros litorales y desde la misma isla de Santo Domingo, estimulando a que otros se crean con el derecho de corregir al país, y con mayor dureza después de aquella desastrosa acción de inflar de mala manera la nómina del servicio exterior que nos convirtieron en la vergüenza y el hazmerreír del mundo con un personal diplomático en exceso, que ni siquiera llegaron a conocer el país donde habían sido nombrados antes de iniciar la labor de limpieza que las nuevas autoridades de la cancillería emprendieron.

Los países hemisféricos, cobijados en la OEA (Organización de Estados Americanos) no creen en nosotros y con periodicidad buscan los argumentos y hechos para evacuar alguna sentencia condenatoria en contra del país en su accionar, que según ellos, es racista en contra de los vecinos del occidente de la isla.

Y en eso la OEA y su CIDH (Corte Interamericana de los Derechos Humanos) tienen material suficiente para utilizar el banquito de picar carne y no transcurre mucho tiempo para los dominicanos ser condenados por una actitud de que el país no se daba a respetar por estar su clase gobernante más empeñada en enriquecerse y hacer maniobras que le facilitaran tal cosa, que a ojos del mundo, eran cada vez más notorias y desvergonzadas.

Guardando las distancias, esa nueva sentencia de la CIDH se asemeja a la ocasión que el país, también en Costa Rica, fue llevado al banquillo de los acusados en agosto de 1960 y fuimos irradiados del sistema hemisférico en condena por lo que el dictador Trujillo cometió en contra del jefe de Estado venezolano, Rómulo Betancourt, que casi lo llevó a la muerte. En mayo de 1961 Trujillo fue eliminado y las sanciones fueron levantadas por la OEA a unos catorce meses del atentado venezolano.

Sin embargo, la CIDH nos tiene el agua hirviendo, y no deja pasar una oportunidad si a los haitianos se le pellizque en la piel, para elevar su voz condenatoria acusándonos de racistas, pese a que los dominicanos somos en más de un 80% personas de color. Quisiera la CIDH acoplarnos a aquellas etnias africanas que se odian entre sí y desde generaciones se mantienen en lucha constante para eliminarse mutuamente. Parecería que esos blancos latinos de esa CIDH creyeran que aquí en la isla hay un proceso similar y buscan evitar que los dominicanos aplastemos a los haitianos.

Con ojo vigilante, pretenden amenazarnos y asustarnos hasta con sanciones, para que claudiquemos a nuestra soberanía como ahora lo exigen en la última sanción y buscando lo que quieren todos esos países amigos de Haití, desde Estados Unidos hasta Venezuela pasando por Francia y Canadá, a que se elimine la frontera, que se nacionalicen a los haitianos y se les otorgue los documentos de identidad que en su supuesto país nunca lo lograrán.

El banquito de picar carne se ha tornado muy utilizado en eso de las relaciones en la isla a medida que aumenta el descontento en Occidente en contra de su gobierno, que valiéndose de numerosas excusas, posterga cada vez la celebración de unas elecciones legislativas esenciales para darle un barniz de legalidad a unas autoridades que se desprestigian en su continuo accionar para perjudicar y asustar al país.

Y en eso de asustar al país, los haitianos son expertos y saben como lograrlo por la calidad de su servicio exterior y sus relaciones, que como se ha visto hasta ahora tienen en su favor toda la opinión pública del hemisferio a cuenta que los “imperialistas” dominicanos no quieren permitirles que sus pobres gentes invadan la parte oriental de la isla a buscar el trabajo y la vida, cosa que en occidente no lo lograrían.

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