El bosque y la vida

<p>El bosque y la vida</p>

JOSÉ ENRIQUE BÁEZ UREÑA
Todos los seres humanos que gozamos del privilegio de poder ver, tocar, escuchar, sentir, olfatear, degustar y razonar, reconocemos la importancia capital del bosque para la existencia y el desarrollo de la vida humana y animal.

Desde sus orígenes, la humanidad utilizó los bosques como refugio y además como “almacén” de alimentos, en donde siempre ha encontrado frutas, raíces, semillas, carne y agua para satisfacer sus necesidades nutricionales. Luego comenzó a utilizar la madera para la confección de herramientas y armas para la producción y defensa, y posteriormente en la construcción de refugios para protegerse de fieras y adversidades de la naturaleza.

Con el paso del tiempo, la madera se ha convertido en el producto del bosque más demandado por los seres humanos. La demanda de madera para combustible, para la industria de la construcción, la industria mobiliaria, la industria del papel y otras necesidades es tal, que en el último siglo, cada diez años se ha duplicado dicha demanda. Son muchos los estudios que demuestran que los bosques juegan un rol de primer orden en la regulación y evolución del clima.

En el ciclo hidrológico del bosque se evidencia la capacidad de infiltración y retención de agua que poseen los suelos forestales, garantizando así en cantidad y calidad la conservación y suministro permanente del líquido más preciado e imprescindible para la vida.

Las funciones protectoras de los bosques son bien conocidas:

* Protección contra avalancha e inundaciones

* Protección contra deslizamientos de tierra y erosión del suelo

* Protección de cultivos contra plagas y enfermedades y

* Protección contra el viento, entre otras.

Además de las funciones físico-mecánicas antes señaladas, es oportuno destacar las funciones sociales, culturales y medicinales del bosque.

En el aspecto socio-cultural cabe señalar el uso histórico del bosque como espacio natural sano e ideal para el esparcimiento, la educación (a través de excursiones), la meditación, los retiros religiosos, y últimamente como destino predilecto del ecoturismo.

Las culturas más antiguas de la humanidad dan cuenta de que el bosque ha sido desde tiempos remotos el “hospital” por excelencia para el tratamiento y cura de múltiples enfermedades y afecciones del sistema respiratorio y nervioso humano.

Los bosques son excelentes consumidores de dióxido de carbono, contribuyendo así, de manera significativa a la lucha contra el efecto invernadero.

A modo de conclusión, podemos afirmar, que los ecosistemas forestales, vistos de manera integral, o sea, los bosques y la gran biodiversidad que éstos albergan, son los responsables de generar y garantizar las más óptimas condiciones de salud ambiental para el desarrollo de la vida humana y animal.

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