El cine como un proyecto social
¿En la búsqueda real del mercado interno, o el mito del cine de elites?..

<strong>El cine como un proyecto social<br/></strong>¿En la búsqueda real del mercado interno, o el mito del cine de elites?..

POR: CARLOS FRANCISCO ELÍAS
1/ LA ACCIÓN SOCIAL DEL ESTADO EN EL CINE: CONTRA LA EXCLUSIÓN Y LA MARGINALIDAD JUVENIL

Si pasamos revista, en general ya en América latina como en Europa las instituciones dedicadas a la divulgación masiva de los logros del cine, sus novedades y sus índices de calidad, son prácticamente todas de carácter privado y estas organizaciones, según circunstancias hacen alianzas con instituciones del Estado.

Huelga explicar que en países donde las leyes culturales, han favorecido el desarrollo del cine y todas las actividades sociales que en su entorno se engendran, la presencia del Estado, en la animación cultural, es evidente y está asumida culturalmente como una tradición de servicio entre los Ministerios de Cultura y los Ministerios de Educación, en otras palabras existe una empleomanía, con un alto nivel de formación, que entiende que su deber como responsables de servicios públicos, es trabajar para que la mayor calidad del cine, llegue a una amplia cantidad de personas, en todo caso millones de personas, que al mismo tiempo de modo directo e indirecto, son contribuyentes fiscales del Estado.

Es decir, todas las estructuras estatales, al servicio de la divulgación del cine, tienen un deber con una población que ha pagado de antemano esos servicios, a partir de este enfoque, se hace evidente, que una visión estrecha del cine con nivel elitista, no es posible y no es posible porque es discriminatoria, excluyente y falsea la misión de las entidades estatales de servicios culturales fílmicos, hacia una población habida de conocimiento, ignorante de su futuro que instintivamente busca en las imágenes desconocidas, un modo inconsciente de encontrar nuevos futuros y la posibilidad de abrir un diálogo entre el conocimiento que ofrecen las imágenes de calidad confrontadas, con su propia vida y su realidad social.

Cuando el Estado, a partir de estas instituciones, con un personal formado para entender su deber, cumple con el deber de difundir lo mejor del cine hacia los más amplios sectores, ha captado en esencia que las imágenes sugerentes cargadas de contenido, a corto o largo plazo provocarán reacciones de iniciativa individual confrontadas con las ideas que estas películas pueden producir, en las áreas cognoscitivas de personas que nunca imaginaron, que las proposiciones ficcionales de estas películas de calidad, iban a confrontar su diario vivir, sus metas y sus ilusiones.

El cine de este modo no es un mero instrumento de propaganda demagógica, con buen criterio de selección se convierte en un efectivo instrumento, de la cultura popular visual, la que ampliando su marco de proposiciones con cines de calidad está ejerciendo un gran influjo en personas que en primera instancia tienen la agradable sensación de que cuando van al cine, hasta prueba en contrario, están viajando.

Lo que siempre habrá que preguntarse, es cómo cada Estado según sus niveles de tolerancia ante la individualidad y libertad de conciencia, manejará estos instrumentos creadores de recursos visuales de interés creciente, en una población que maravillada descubre en la oscuridad de la sala, la trascendencia de un cine de autor cuyos modelos filosóficos y contenidos van más allá que la piltrafa de celuloide ofrecida por los estudios de Hollywood, cuya capacidad de distribución internacional no deja mucho espacio de pantalla a producciones latinoamericanas, que en algunos países ya han perdido su mercado interno.

Cuando hablamos de los deberes del Estado en materia educativa y recreativa, el rubro del cine social, tiene un papel estratégico, en la proyección que el Estado debe buscar para aumentar el nivel de vida, educación y fuerte espíritu lúdico para leer un cine cuyo valores humanos son atendibles y difundibles.

Si bien es cierto que estas tareas, no siempre se comprenden con estas ideas de base, no hay dudas que en el caso de la Republica Dominicana, se ha contado con la suerte de que el propio Presidente de la Republica ( Doctor Leonel Fernández Reyna), ha mostrado con respecto a todos los proyectos, que en términos generales tienen que ver con el cine, aun cuando el sector necesita un proceso energético definitivo que pueda dal respaldo efectivo a las gestiones que el Jefe de Estado realiza en el exterior.

2/ LA EXPANSIÓN DEL CINE COMO UN PROYECTO SOCIAL, ¿ LA BASE PARA LA BÚSQUEDA DE UN MERCADO NACIONAL?…

Cuando en muchas ocasiones me he referido a los proyectos de cine de Elite, voces interesadas, han pretendido ver en estas ideas “pasiones revanchistas”, no hay que olvidar que la ignorancia tiene tendencia a confundirlo todo con excelente mala fe. Eso se puede comprender pero no compartir.

Si en la República Dominicana se propone la necesidad de crear un mercado interno del cine, difícilmente la construcción de ese mercado interno se pueda diseñar sin el concurso de una acción social previa del Estado en la expansión del cine de calidad a todo el territorio nacional.

A no ser que se pretenda crear en materia de mercado una visión distorsionada y se hable de mercado nacional y en la mente solo se piense en el medio urbano sofisticado cuya presencia estadística es una ficción.

Desde hace más de cuatro décadas y cuidado, los criterios programáticos de la animación cultural en la República Dominicana tienen una fractura de raíz: se ha ido ahondando la división Espacio Urbano/Espacio Provincial.

Este falso esquema operativo, con la carga de exclusión social que implica, se ha mantenido en el cine también.

En otras palabras, debe interesarle al Estado por asunto de responsabilidad pedagógica e interés en la expasión del verdadero mercado nacional, que el cine de calidad se convierta en un fenómeno nacional, porque solo de este modo su acción social y cultural tendrá alcances visibles y con efectos culturales y sociales reales.

DEL PANORAMA URBANO ACTUAL

La ciudad de Santo Domingo, hoy en el 2007, como cualesquier otra ciudad de América Latina, presenta los mismos síntomas de diversión visual: multicines en esas ciudadelas de consumo que son los llamados Moll, modelo de un cine consumido con criterio de post modernidad en el que la diversión se iguala al cine de evasión, porque al fin y al cabo, el cine es un producto de consumo más, no importa su marca (en este caso su director) no importa la procedencia (nacionalidad de la película ), lo que importa es el consumo.

De este modo, semanas van semanas vienen, en esas multipantallas la aparición de cuando vez de una película de calidad, es celebrada como si se perdonara al cordero de Dios que quita los pecados del mundo, este vacío se llena entonces con categorías de juicios maniqueos, vacíos de toda sustentación crítica comprensible, en la que veremos categorías de más malas, menos regular, peores buenas, malísimas, pero buenas, buenazas pero malas, en fin un maniqueismo vulgar que más bien mueve a risa conceptual del fenómeno: porque alargando esas categorías se alterna con las malas rachas, hasta que el puerto del Cine llegue un barco que ofrezca Cine de verdad, mientras tanto el faro está oscuro y en el horizonte sombrío el mejor cine no llega.

A lo largo de todo este tiempo, ¿ Nos hemos preguntado si los derechos que un ciudadano de la ciudad tiene para ver el buen cine, no los tendrán aquellos ciudadanos y ciudadanas que habitan el espacio provincial?…

Otras pregunta: ¿Qué razones de peso o logisiticas, han hecho posible que las manifestaciones de buen cine anuales que se ven en la Ciudad de Santo Domingo excluyan a las personas del interior como si no existieran, especialmente a los jóvenes?…

Ahí la acción social del Estado en la expansión masiva del cine tiene un rol primordial, primero: garantiza la democractización de productos de calidad especialmente para las nuevas generaciones, segundo, asienta las bases de un hábito de consumo cinematográfico en una población que ha dejado de lado en sus hábitos de consumo cultural el cine.

Con el cine de Elite en ninguna parte se ha podido construir ningún mercado nacional. En los casos de Argentina y Brasil, para buscar dos modelos interesantes de América Latina, pese a que en esos lugares la autogestión popular ha construido sus espacios culturales fílmicos sobre la base de una tradición de cinefilia espectacular, el Estado ha generado políticas especiales para estimular al difusión y la expansión del cine de mejor calidad, a conciencia de que cuando lo hace invierte en la base popular de su propio mercado interno.

Una visión de futuro y progreso, para llamarle de algún modo, implica entender este fenómeno con amplia visión social, pruebas al canto:

¿La expansión de la animación cultural cinematográfica hacia el espacio provincial de la República Dominicana, no sería una forma de justicia social para una juventud marginal condenada los fines de semana al alcoholismo involuntario?

En una Democracia cada quien tiene derecho a tener los conceptos que quiera defender, en mi criterio creo que en este país hay una distorsión grave con respecpecto a lo que debe ser la acción social del Estado en el área de la expansión cinematografica, porque se ha heredado justamente aquella mentalidad de hace mas de 50 años, en la que la cultura era cultura única y sencillamente por su ejecución urbana. En el caso del cine, esas ideas y concepciones son obsoletas y no rentables: porque insisto: si no hay divulgación masiva del cine a nivel nacional, tampoco habrá ni inquietud, ni interés en que la visión de lo que es un mercado nacional para el cine dominicano, se realice.

Los criterios de expansión del cine de calidad a la población en todo el territorio nacional, son un tema de prioridad en cualquier país que desee ayudar a su propia industria de cine, es cierto que en este proceso se tendrá un público mejor preparado y más crítico, al que las categorías maniqueas en las evaluaciones de las películas nada le diran, eso es seguro: porque un cine de alta calidad enamora y transfigura conciencias, no hay que dudarlo.

DEL PANORAMA PROVINCIAL ACTUAL:

Hacia el interior provincial de la República Dominicana, las televisiones por cable se han convertido en el corazón hogar, un gran público consume las programaciones fílmicas de estos canales. Para nadie es un secreto que existe una red de cables provinciales y de enlaces, de magnitud insospechada.

Sin embargo, el nivel de calidad de lo visto en el interior provincial, ya sea hacia el norte o al este, para buscar extremos, es lamentable.

En el caso de Santiago, lugar donde siempre ha existido una tradición cinéfila prolongada, activa y fuerte, los videoclubes han jugado un rol importante para encontrar esos productos fílmicos que ellos tienen categorizados como “cine extranjero”, entendiéndose que la provisión de la tienda es generalmente de productos norteamericanos.

En una gran mayoría de las provincias de la República Dominicana los cines, siguiendo el gran fenómeno mundial de la desaparición de los cine tradicionales que se inició a mediados de la década del 70, del siglo veinte, desaparecieron como fantasmas, llevándose el aroma y el recuerdo de un público que en sus memorias aún lo guarda con cándor.

La previsión de la acción cultural del Estado en este caso, sería entender con sensibilidad y preevención social, que el ocio joven de los fines de semana debería tener una compensación con iniciativas que incluyan la expansión del mismo cine de calidad a que los jóvenes de Santo Domingo tienen acceso, sin mayores dificultades. En otras palabras, se trata de evitar esta forma de exclusión social y cultural que al parecer se ha impuesto por década como una norma que casi todo el mundo, acepta alegando que “no hay nada que hacer”, respuesta de comodidad e indolencia urbana que se conoce desde antaño.

Finalmente, todas las discusiones serán bizatinas, camino al vacío, si no se entiende que no se inventa nada nuevo, lo se debe intentar es que lo que aquí se haga, obedezca a la realidad social del país, se ahorra tiempo al no inventar realidades que no tenemos, porque entonces las soluciones sobre bases falsas, cuestan más y son estériles a corto y largo plazo. (Cfe)

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