El compromiso de los elegidos

El compromiso de los elegidos

La preocupación del arzobispo Francisco Ozoria porque la fuerza partidaria dominante pueda aplicar la unilateralidad en ejercicios de poder estará presente en la sociedad hasta que los hechos digan lo contrario. La supremacía derivada de consultas comiciales no legitima, en modo alguno, que se pretenda pasar por encima de otros criterios a la hora de legislar o escoger magistrados para funciones claves de la institucionalidad. La subordinación de congresistas y miembros del Poder Ejecutivo al partido que los postuló no puede estar por encima de los compromisos fundamentales con la sociedad. Lo prioritario al gobernar es respetar el principio de que la democracia debe ejercerse con el pueblo, por el pueblo y para el pueblo.
El certificado de elección no es patente de corso. No da derecho a cerrar los oídos y aislarse del sentir nacional. La ley suprema del Estado está concebida para el universo de los ciudadanos y desde el poder es ineludible tomar en cuenta la multiplicidad de intereses y objetivos de sectores de la ciudadanía. Dotar a la República de jueces de probidad y estricta obligación con la verdad y la justicia, con definidos rasgos de independencia y apartidismo, es lo único que corresponde hacer en esta coyuntura de la que debe nacer -por obra de la sensatez y equilibrio de quienes gobiernan- un orden judicial confiable y eficaz. Base sólida para que todo lo demás marche bien… o renacerá la incertidumbre.

La testificación ineludible

“Dios todo lo ve” se ha dicho siempre; y ahora ese don de ominpresencia, al parecer, es imitado por el pueblo (vox populi vox dei) y todo porque en el lugar menos pensado aparece el artilugio que filma los hechos: además de las cámaras de video de la protección del orden que proliferan, están los ciudadanos anónimos que captan la acción de quien cree que no tiene testigos.
El recurso de ocultar pierde terreno en perjuicio de quienes optan por salirse con la suya. Contra la verdad de un mal servidor público puede surgir un registro fílmico que lo contradiga con efecto disuasivo sobre potenciales transgresores. No bastaría, como ayer, que un Presidente diga que la corrupción se detiene ante las puertas de su despacho. Podría surgir después una comprobación por video de que en verdad alguien la mandó a entrar.

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