Hoy como ayer, el imperio de la dominación es el principio de los políticos, aunque los métodos utilizados o empleados no resulten los mismos, porque para el ambicioso su sed de poder jamás se sacia, y eso, es lo que le da sentido a su vida, es que los pueblos jamás son desinteresados y si lo aparentan, es sólo de palabras, siempre que su estado de bienestar no padezca, su egoísmo es siempre el mismo, por eso es difícil hacerlos cambiar de opinión.
El poder no es sólo el fin de los políticos es también una utopía que inspira su accionar, lo contrario, es cinismo y egoísmo y éstos se confunde con idealismo, lo cual es falso, por lo cual cree ciegamente que ha triunfado sobre el tiempo que transcurre, que borra y destruye.
¿Estamos ya en el principio del final de la crisis o ya la rebasamos? Eso solamente se lo creen los políticos egoístas, que siempre disfrutan del gobierno. El pueblo llano, que vive la angustia de todos los días cuando va al colmadito o al mercado de la esquina piensa otra cosa, porque sin empleo, ni posibilidades de conseguir ni siquiera una chiripa, lo único que le queda es esperar un amigo, que le de una pequeña ayuda o acostarse sin cenar, mientras sus hijos lloran ansiosos de que algún vecino les lleve algo para comer. Mientras tanto, los políticos degustan un buen vino o pasean desfachadamente en sus lujosas jeepetas junto a sus amantes de turno. Eso solamente tiene un nombre: Egoísmo, pero dentro de poco tiempo su carnaval tendrá que pasar y nuestro país tendrá un buen amanecer.