El nombramiento del general Neit Nivar Seijas como jefe de la Policía, la noche del 7 de mayo de 1975, sorprendió a los miembros del alto mando militar que objetaba al nuevo jefe policial, con quien, desde muchos años atrás, mantenían fuertes diferencias de forma y de fondo. Los generales Ramón Emilio Jiménez Reyes, secretario de las Fuerzas Armadas; Enrique Pérez y Pérez, jefe del Ejército, y Salvador Lluberes Montás (Chinino) quedaron anonadados al enterarse de la trascendental noticia. De inmediato efectuaron movidas reuniones y acordaron abstenerse de asistir a la juramentación del jefe de la PN, no obstante conocer que el presidente Joaquín Balaguer presidiría el acto.
En lugar de acompañar a su comandante en jefe, Jiménez Reyes y Pérez y Pérez se trasladaron a San Isidro donde participaron en un sencillo acto donde Chinino recibió las alas honoríficas de piloto, actividad que se efectuó a las 10:00 de la mañana, mientras que el de Nivar Seijas ocurrió una hora y media después. Es decir, que dispusieron de tiempo suficiente para comparecer en el acto encabezado por Balaguer.
A la rebeldía de los mandos militares dio lugar la famosa carta de renuncia, escrita y firmada al día siguiente, 8 de mayo, donde los comandantes, incluyendo el jefe de la Marina de Guerra, comodoro Logroño Contín, dimitían a sus respectivos cargos. La misiva fue entregada al Presidente en horas de la noche por el comodoro Francisco Amiama Castillo, a la sazón subsecretario de las FF.AA. El texto de la carta, de un solo párrafo, es el siguiente:
“Respetuosamente, llamamos la atención de Su Excelencia sobre nuestra decisión de renunciar con efectividad inmediata, a nuestras posiciones como secretario de las Fuerzas Armadas, jefe de Estado Mayor del Ejército, Jefe de Estado Mayor de la Marina de Guerra y jefe de Estado Mayor de la Fuerza Aérea, respectivamente, debido a que no estamos de acuerdo con las decisiones adoptadas recientemente”.
Balaguer aceptó la renuncia sin ninguna objeción, y ante la indiferencia del mandatario, los gendarmes convocaron una rueda de prensa en la sede de la Secretaría, donde entregaron su carta de dimisión a los medios de comunicación, dando a entender al país que el alto mando estaba tratando de presionar al Comandante en Jefe para que rescindiera una orden directa con la que los líderes de las FF.AA no estaban de acuerdo.
En todo momento, el Presidente se mantuvo impertérrito, con su horario normal de trabajo y permaneció en silencio hasta que dos días después de la renuncia de los oficiales, dictó cuatro órdenes ejecutivas mediante las cuales designó al coronel piloto Renato Malagón Montesinos, como nuevo jefe de la FAD; al comodoro Francisco Javier Rivera Caminero, en la M. de G.; reintegró con su rango de coronel a Mario Imbert Mcgregor, y lo nombró subjefe de la FAD. En un último decreto asumió la secretaría de las Fuerzas Armadas. (Imbert estaba en retiro desde 1971, a raíz de la conspiración de Wessin y Wessin).
Momentos después, acompañado de una inusual escolta militar, que llevaba traje de faena y portaba armas de alto calibre, se trasladó a la base de San Isidro, donde personalmente leyó el decreto nombrando al nuevo incumbente de la unidad militar. De ahí la comitiva presidencial se dirigió al cuartel de la Marina, en Villa Duarte, donde en presencia de la oficialidad de ese cuerpo, juramentó a Rivera Caminero.
Como ese día no fue posesionado el sustituto de Pérez y Pérez en la jefatura del Ejército, circuló el rumor de que el militar había tomado el control de la Primera Brigada, lo que posiblemente obedeció a que el comandante de la poderosa unidad, el general Marcos Jorge Moreno, no estaba en la brigada, sino que formaba parte de la comitiva que acompañaba a Balaguer en su visita a la FAD y la M. de G. Aunque en ningún momento se presentaron actos fuera de lo normal, se dispuso que las tropas fueran acuarteladas y la Guardia Presidencial recibió instrucciones de defender los terrenos del Palacio. Además, el presidente Balaguer ordenó directamente al departamento de Operaciones Especiales de la Policía, bajo el control de Nivar Seijas, que rodeara todo el entorno de la casa presidencial.
En horas de la noche el gobernante se reunió durante cuatro horas consecutivas con sus militares afines y se acordó a unanimidad la publicación de un comunicado de respaldo a las ejecutorias presidenciales. El documento fue firmado por 37 oficiales de Estado Mayor y 22 generales y comodoros, entre los que figuraban seguidores de la corriente de Pérez y Pérez, como Cruz Brea, Cuervo Gómez, Guzmán Liriano, García Tejada y López Pérez, además de Amiama Castillo, que entregó la carta al Presidente y había estado en la rueda de prensa de los renunciantes generales. Acto seguido se dictaron sendos decretos mediante los cuales el general Juan René Beauchamps Javier, reemplazaba a Balaguer en la secretaria de las FF.AA, y Braulio Alvarez Sánchez, en la comandancia del Ejército.
Tres semanas después, el 2 de junio del mismo 1975, Balaguer recibió en su redil a Jiménez Reyes y lo designó en la Cancillería, y a Pérez y Pérez, en la secretaría de Interior y Policía, lo que significa que “teóricamente” era superior inmediato del jefe policial. Ambos fueron juramentados al día siguiente, en un acto donde Nivar Seijas estuvo discretamente presente. En la ceremonia el comodoro se mantuvo en silencio, mientras que Pérez y Pérez declaró a la prensa que las razones que ocasionaron las renuncias de mayo habían “desaparecido por completo y que las Fuerzas Armadas consideraban al Presidente como su padre” .
A pesar de estas declaraciones del antiguo jefe del Ejército, Nivar Seijas fue mantenido en la jefatura de la Policía.