El genial poeta en desastrado aspecto

El genial poeta en desastrado aspecto

Soy malísimo para recordar los años, y hasta  acontecimientos que se me evaporan como un remoto perfume casi fantaseado. Por tanto, cuando me asalta un claro recuerdo, con la efectiva celeridad inicialmente triunfante de aquel sistema nazi de guerra-relámpago (blitzkrieg),  no puedo sino sorprenderme ante tan inusual ocurrencia.

El sábado pasado, 20 de marzo, leyendo la columna de Bonaparte Gautreaux titulada “El poeta en Rentas Internas” en el cual escamotea hábilmente hasta el final de su escrito el nombre de su personaje, que no es otro que el  del inolvidable Juan Sánchez Lamouth, me ha caído encima un montón de recuerdos cubiertos de nostalgias, y hasta el hedor de aquel hombre de piel nocturna, negra azulada-moraduzca, sudado y sucio pero desaliñadamente  encorbatado  y dueño de modales  “desparpajados”, que se dirigía a desconocidos con una familiaridad inusual.

Todavía no se iniciaban los años cincuenta del Siglo XX. Llegó él a la puerta de la imprenta de mi padre preguntando por Jacinto, cuyo nombre aparecía en los créditos de la revista Cosmopolita.  Me dijo simplemente que era un poeta que, por negro, feo y pobre, nadie le hacía caso. Me enseñó un breve poema. “¡Léalo! ¿Lo va a publicar en su revista?”

Realmente el poema, incoherente, con faltas de ortografía y de concordancia en los tiempos, era la obra de un poeta cierto, con ramificaciones geniales. Le dije en qué consistían sus faltas y me repuso: “¡Corríjalas! Corríjalas pero publique mi obra, que es valiosa, es sincera, es honesta”. Aceptó cuanto le dije,  con una mirada perdida pero atenta en ese rostro borrachoso que a veces parecía torpe y otras veces iluminado de milenarias sabidurías.

Se llevó unos libros que le regalé. Dos o tres obras que debía leer, una gramática castellana (advirtiéndole que debía conocerla para irrespetarla a conciencia), y un tratado de arte poética  que debía conocer  para desatenderlo.    

Obviamente Sánchez Lamouth, además de muy sensible, era muy inteligente y rió de buena gana de mi ocurrencia. Cuando le hablé de la necesidad de conocer la antigua cultura griega, le pareció buen consejo. “La humanidad siempre es la misma vaina” –me dijo con toda naturalidad-.

 ¿Y los mitos? –pregunté intrigado-. “Son la misma vaina, ayer y hoy” –repuso-.

 Le tengo mucho temor a afirmar que el primer poema de Sánchez Lamouth fue publicado en la revista Cosmopolita a finales de los años cincuenta, con muchas pequeñeces corregidas por mí. Lo que puedo asegurar es que tuvo una respetuosa acogida en nuestra revista.

Se trataba de un poeta genial, fuera de tiempo y espacio. Aquí hacía más de veinte años que dominaba la dictadura de Trujillo pero Sánchez Lamouth se las arreglaba para enmascarar sus críticas y ataques. Manuel Rueda en el tomo II de su Antología Mayor de la Literatura Dominicana (poesía), publicado por la Fundación Corripio, nos dice: “Somos testigos de que varias veces los poetas de La Poesía Sorprendida fueron citados para que aclararan el contenido de los poemas de Sánchez Lamouth, especialmente de “Nieves verdes”.

Era un genio de la creación  poética.

Agradezco a Bonaparte Gautreaux, haber abierto la puerta mágica de estos recuerdos.

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