El gobierno de Estrella Ureña

El gobierno de Estrella Ureña

FERNANDO INFANTE
El Movimiento Cívico del 23 de Febrero 1930, punta de lanza del general Trujillo y sectores políticos, sociales e intelectuales del país, para derrocar el gobierno de Horacio Vázquez, tuvo gran éxito no solo por el desgano que imperaba en la colectividad nacional hacia ese gobierno.

También tuvo fuerza en esa «caída estrepitosa y abrupta» el prestigio que disfrutaba el personaje principal visible de la acción subversiva, Rafael Estrella Ureña, quien además tuvo por aliados reconocidos espíritus civilistas como lo fueron entre otros, Alexis Liz, Jafet Hernández, Andrés Perozo, J. A. Bisonó y Rafael Bonnelly, a quienes La Información al señalar su participación los citó con el rango de coroneles.

Caído el gobierno horacista, la prensa expone editoriales que reflejan solidaridad hacia las nuevas autoridades.

El diario El Porvenir se refiere al Presidente Estrella Ureña como «un elemento joven de arraigo en nuestras contiendas políticas. Abogado, hombre de carácter, intelectual de fuste, enemigo del desorden y partidario del respeto a la majestad de la ley y las garantías ciudadanas».

Para afianzar expectativas tan auspiciosas que se esperaban de su gobierno, Estrella Ureña expresa, al tomar posesión el día 3 de marzo: «Tócame, en efecto presidir los destinos del pueblo dominicano, en el momento solemne en que todos los partidos se preparan a debatir en edificante lucha cívica bajo la época del gobierno que debe proteger los derechos de todos con absoluta igualdad de oportunidades puedan elegir al hombre a quien debo trasmitir la poderosa carga del poder el próximo 16 de agosto».

Si bien Estrella Ureña llegó al poder en circunstancias que contradicen los atributos de hombría de bien y su conocida conducta civilista que distinguían su atrayente personalidad, en aquel ambiente que había vuelto a revivir ese pasado de azar que el pueblo sano creía sepultado, luego de la Ocupación Norteamericana, su movimiento insurreccional no era visto como una iniciativa extraña, sino otro episodio de la práctica que había echado viejas y fuertes raíces en la tradición política dominicana.

En la brevedad de su ejercicio presidencial, aunque atado por el ejercicio electoral «Estrella Ureña mostró su apego a sus mejores virtudes ciudadanas. Dejó claro su respeto por la libertad de información cuando se dirigió al Procurador General de la República expresándole «su firme determinación que ningún periodista, ni escritor, ni orador sea perseguido, cualesquiera que sean las ofensas que por medio de escritos públicos o de discurso se lancen contra mí». Esto ocurrió cuando pocos días antes, circunstancialmente él pasaba por una calle de Gazcue, «mientras una manifestación aliancista cruzaba por ahí y los manifestantes lo agredieron con palabras irrespetuosas y éste impidió que los ayudantes militares impusieran el respeto que hasta cierto punto hubiese estado justificado».

Rafael Estrella Ureña en su gobierno demuestra lo que antes había sido; educador. De manera simbólica reafirmó esa vocación suya cuando recibió la visita de una Comisión de maestros que le manifiesta su preocupación por rumores que circulan sobre el posible cierre de algunas escuelas por motivos económicos. Despide a los educadores diciéndoles con firmeza: «Antes que se cierre una escuela, se cerraría la Mansión Presidencial». Así sentía por la educación pública este hombre que crea el Depto. de Bellas Artes, y la Secretaria de Trabajo y en Relaciones Exteriores para la creación de bibliotecas públicas y a lo cual se dedicó posteriormente.

El respeto a la convivencia civilizada también era una genuina preocupación suya. Cuando se denunció que José Dolores Alfonseca, Martín de Moya, Angel Morales y Pedro Ricart habían sufrido un atentado a tiros mientras se desplazaban en automóvil por las afueras de Moca, «tal hecho produjo en el mandatario una impresión muy desagradable y su actitud resuelta a que toda violencia cesa de raíz, aún cuando haya que acudir a extremos de la mayor severidad». La investigación que se llevó limpiamente a cabo de ese incidente demuestra que la denuncia contradecía los resultados.

Ocurre el asesinato del alto dirigente del Partido Nacional Virgilio Martínez Reyna y su esposa Altagracia Almánzar. Su frustración fue notoria al no poder actuar contra la red de complicidades en ese crimen que envolvía no solo al brazo director; su propio tío José Estrella, sino, más grave aún, al amo del poder absoluto que tenía otro sentido para educar y disciplinar el pueblo diametralmente opuesta a la suya y a quien se hallaba unido por las circunstancia políticas de forma indisoluble. La Información, que entiende la situación; el terrible drama en que se debate este hombre civilizador y la fuerza bruta que lo avasalla, comenta en una de sus «Vespertinas»: Ya se fue el Presidente Estrella Ureña después de haber hecho gestiones e indicar pautas a seguir en el terreno de las investigaciones del hecho abominable del domingo último en Las Matas. ¿Pero se fue sin luces respeto de las sombras? No lo sabemos pero se fue sin decir palabra, avaro de sonrisas él que tan pródigo ha sido siempre de ellas. Probablemente tengo motivos para no sentirse risible».

Poco antes de la toma de posesión del general Trujillo, Luis E. Alemar en un resumen de la labor gubernativa de Estrella Ureña la juzgue: «fecunda en bienes para la República.

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