Jarabacoa no es el único punto del país en que la depredación de ecosistemas es una grave amenaza, pero su gente es pionera en plantarle el frente a esa barbaridad. Las autoridades municipales, por medio de resolución, han reaccionado contra el libertinaje en la tala de árboles y extracción de materiales de los ríos, prohibiendo estas actividades dañinas para el medio ambiente. Cientos de personas marcharon en apoyo a esa decisión que tiene la finalidad de proteger flora, fauna y fuentes fluviales.
República Dominicana es un país sin un programa científico de fomento y explotación de la foresta, pero se da el lujo de ser exportador de carbón vegetal. Dominicanos y sus socios haitianos han constituido una maquinaria que solo tala, pero jamás planta árboles. Y las granceras parecen tener patente para acabar con el país. Pero Medio Ambiente solo reacciona cuando la prensa y los ecologistas disparan las alarmas por la depredación ambiental.
Los gobiernos de todos los municipios deberían imitar al de Jarabacoa y emitir resoluciones con prohibiciones específicas para frenar la destrucción ecológica. Los legisladores deberían revisar y modificar en cuanto sea necesario las leyes de protección del medio ambiente. Hay que reaccionar contra las prácticas que lucran a unos pocos a costa de destruir el ambiente que nos pertenece a todos.
TOLERANCIA CERO PARA LOS RUIDOS
Los altos niveles de ruido en nuestro país son un problema tan grave y generalizado, que en la primera semana de este mes el 90% de las llamadas al 9-1-1 fueron motivadas por las molestias de aparatos de música, equipos de diversas categorías y construcciones fuera de hora. Esa estadística explica por qué, según datos de la Organización Mundial de la Salud, figuramos entre los países más ruidosos del mundo, con todo y los daños que esto provoca a la salud en sentido general y al derecho a la tranquilidad.
Frente a esta realidad, estimulamos a las autoridades a aplicar hasta sus más rudas consecuencias las leyes y resoluciones que proscriben la generación de ruidos. Nadie tiene derecho a perturbar la tranquilidad, invadiendo los espacios con sonidos no gratos y perjudiciales para la salud.