El increíble aumento del patrimonio de los políticos y los legisladores

El increíble aumento del patrimonio de los políticos y los legisladores

Existen dos maneras de hacerse rico. La primera, trabajando y mediante el esfuerzo, perseverancia y dedicación, lograr al cabo de un tiempo –a veces prolongado– amasar una fortuna a la cual nadie puede señalar como lograda con malas mañas y maniobras dolosas. La segunda, que en nuestro país se ha caracterizado por ser la más fácil, es dedicarse a la política y obtener una curul, un ministerio o un cargo diplomático.
En nuestro largo peregrinar por la vida, hemos visto a exitosos empresarios del sector privado, que a fuerza de sacrificio y duro batallar, han alcanzado poseer grandes emporios fabriles o comerciales, que ningún ciudadano puede objetar y menos acusarlos de malas prácticas para obtenerlas. Como en nuestro medio todos nos conocemos, nos limitaremos a no señalar los que han alcanzado un rotundo éxito comercial en sus empresas o industrias.
Ahora bien, por el otro lado, observamos con indignación e irritación, funcionarios que hace poco habitaban una modesta vivienda; tenían –algunos— un utilitario vehículo convencional; vestían con ropa ordinaria y se abstenían de hacer vida social, sobretodo en la asistencia a conciertos, restaurantes de lujo, viajes y cruceros. Hoy, nos encontramos, que aquellos pobretones que por zapatos tenían los que el vulgo denomina “pisa sica”, calzando fastuosos Ferragamo o Gucci y sus esposas, con carteras de Louis Vuitton y Hermes. Si portan relojes, las marcas preferidas son Rolex, Cartier o Patek Philippe. Los trajes, cuando no los compran a la medida en las sastrerías más exclusivas de la ciudad, adquieren un Armani, Hugo Boss o Burberry; o para reuniones informales, chacabanas de diseñadores exclusivos que dan prestigio al que porta las mismas.
Hemos visto cómo aceleradamente florece la adquisición de mansiones y lujosos apartamentos por aquellos que vivían en “los kilómetros”, barrios marginados de la ciudad o localidades municipales apartadas de la Capital. Éstas, por su costo e importancia, merecen contratar un decorador que les hace gastar miles de pesos en adornos superfluos, más impresionantes a sus parientes, visitantes y amigos.
Los vehículos para trasladarse a sus respectivos puestos de trabajo, deben ser de marcas seleccionadas y sobre todo, que no sean del acceso del público en general. Así vemos cómo los legisladores compran Rolls Royce, Bentley, Mercedes Benz, Audi, BMW, Lamborghini y si se deciden por un japonés, por supuesto un Lexus. Lo inmoral del caso, es que los compran exonerados, no pagan placas ni tampoco, seguro, chofer y estacionamiento, ya que esas “menudencias” las paga el contribuyente por medio de los impuestos, que solo benefician a estos “funcionarios públicos asalariados”, que les debería dar apocamiento.
He oído el lamento de hijos que observan esa opulencia y le recriminan a sus padres, el haber equivocado de oficio o de profesión. Fíjate en el hijo del senador tal o el diputado de una provincia lejana, cómo su familia va a lujosos restaurantes los fines de semana y cmo estos pagan altas cuentas y botellas de vino y porqué no, hasta de champagne, con una tarjeta de crédito que les suministra la institución, para que la utilicen en caso de necesidad que por supuesto, es cada vez que salen “de bonche”.
Recientemente este periódico reseñó con grandes titulares, como el 50% de los senadores incrementó su patrimonio desde el año 2010 al 2016. En apenas seis añitos, varios senadores aumentaron sus fortunas en más de un 100%. Y los lectores se preguntan ¿Cómo es posible que suceda esto? Acaso han sido dotados de la fórmula de nuestro señor Jesucristo cuando en el mar de Galilea, multiplicó los peces y los panes. Pues no. La aprobación de una ley, tiene su costo. El permiso, tal como el de establecer una estación gasolinera, tiene otro precio y si nos remontamos a la modificación de la Constitución, ahí fue que consolidaron sus “pingües” ganancias. Lo peor de lo peor, es que estos legisladores y sus turbias entradas económicas, están libres de impuesto y de hallarse culpable por cualquier mis calculo, hay que solicitar que las Cámaras Legislativas permitan su interpelación.
Y todavía hay legisladores, que llegando con una mano delante y la otra detrás para cubrir sus partes pudendas, osan decir y vanagloriarse que todos sus acciones y actuaciones significan un sacrificio de su parte por la Patria. Hasta cuándo el pueblo dominicano seguirá eligiendo estas sanguijuelas, verdaderas crápulas que desdicen de su alta investidura, ridiculizan el poder legislativo y deshonran al país.

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