El lamento de Tomasa de la Cruz

El lamento de Tomasa de la Cruz

De los protagonistas más meritorios de la historia dominicana ninguno ha tenido peor suerte que Tomasa de la Cruz, a la que pocos superan en patriotismo. Hay historiadores que afirman que la sensible mujer fue la inspiración de Juan pablo Duarte.
Los honorables miembros del Ayuntamiento del Distrito Nacional quisieron reconocer su ejemplo en 1976 designando una calle en su honor. Pero en la resolución cambiaron el nombre por “Marta” y así fue denominada desde entonces la vía que pretende recordarla y que, por lo demás, no es la que corresponde a una nacionalista de tan elevados sentimientos.
Casi todos los cronistas y estudiosos del periodo colonial cuentan su historia, breve pero intensa, cargada de una conmoción de libertad que le representó la muerte. Sin embargo, solo relatan su gesto, como lo exalta el documento del cabildo que permite inferir que quiso decir Tomasa donde dijo “Martha”. Y su acción es el único dato conocido y prácticamente nunca olvidado en los textos. De su vida personal solo se sabe que estaba soltera al morir.
En la mañana del 17 de octubre de 1795, una mujer del pueblo, Tomasa de la Cruz, cayó muerta en la esquina de las Cuatro Calles de la ciudad de Santo Domingo tras exclamar “Patria mía, ay Patria mía” luego de que el pregón anunciara al toque de tambores y clarines que conforme al Tratado firmado en Basilea dos meses antes España traspasaba a Francia su posesión en la isla española tras casi 303 años de heredad colonial, escribió Roberto Marte en “Sociedad y economía en Santo Domingo 1795-1844”, en parte citando a Frey Cipriano de Utrera, quizá el que más se ha referido al hecho.
Añade que “el lamento mortal de Tomasa de la Cruz en esa mañana, suceso que ha sido a menudo invocado para mostrar el “dolor popular” en el Santo Domingo español, fue una manifestación de un criollismo colonial que evolucionó en la parte oriental de la isla hasta convertirse en la cruzada nacionalista de la independencia dominicana cincuenta años más tarde.
La queja de esa mujer sencilla, comenta, fue expresada en una décima del poeta popular Meso Mónica: “El rey ya me abandonó… /mi suerte tan desdichada / Huérfana y desamparada…”.
La composición, dice, manifestaba una especie de sentimiento patriótico proespañol y reflejó el desconcierto que despertó en una parte de la población dominico-española el traspaso a Francia de la posesión insular de España después de más de tres siglos de dominio colonial del territorio donde estaba “el sepulcro de sus padres”.
Drama y sepultura. Frey Cipriano de Utrera relata el caso con más dolor y dramatismo y ofrece datos del triste final de Tomasa. “Es un hecho rigorosamente cierto y perfectamente comprobado que el 17 de octubre de 1795 en los momentos en que se daba a conocer al pueblo capitaleño con fúnebre redoblar de tambor y gemidos de trompeta en bando amargo la cesión a Francia de la parte española de esta isla, una mujer grito: ¡Ay pobre patria mía! Y cayó muerta”.
Afirma que el registro de su sepelio induce a pensar que Tomasa de la Cruz, sin otra indicación de filiación, de maternidad, de raza ni de color, y muerta sin confesión, pero sepultada con “el signo bendito de la resurrección de mano de ministro sagrado”, no tenía compromisos ni nexos subyugantes.
Expresa que por su sufrimiento, su grito y su apagamiento vital se convirtió en “símbolo doloroso del pueblo mártir que fue cedido a nación extraña por mucho menos del valor de un alfiler: a cambio de una restitución”.
Significa que tras la exclamación doliente de Tomasa el cuerpo político quedó desarticulado de su metrópoli y que el alma de la isla quedó desgarrada, con su familia disgregada, “sus propiedades saqueadas, sus iglesias depauperadas, sus altares ultrajados, su lenguaje alterado, sus costumbres mancilladas…”.
El nuevo amo, apunta, aunque quiso ser humano y restaurador de la tranquilidad del pueblo, “fue impotente para tener a raya a su poderoso enemigo, el inglés, y ambos a dos fueron incapaces para dominar las fieras acometidas de una tercera raza en plena efervescencia”.
Marte recoge el parecer de J. Marino Incháustegui y anota que el traspaso a Francia “demostraba el temor de los hacendados dueños de esclavos” ante “las calamidades y miserias” que el porvenir podía deparar a sus vidas y propiedades.
Y consigna: “La anécdota de esta mujer refiere lo ocurrido no en un fundo alejado de la isla, ni siquiera entre los campesinos pardos y mulatos libres y “sin brillo social” de los campos del interior sino en la ciudad de Santo Domingo donde la españolidad había sido desde los primeros tiempos de la colonia el referente de la identificación de sus habitantes y cuyos símbolos tenían una especial significación en momentos de cambios sociales o políticos intensos”.
El general Jean Louis Ferrand formó el nuevo gobierno francés en la parte española y se mantuvo hasta 1809.
En un artículo publicado en El Nacional, Euclides Gutiérrez Félix describe el episodio de Tomasa como “el primer sentimiento patriótico en el pueblo dominicano”. Dice que la dama tal vez contaba 50 años de edad, la define mulata y ubica la tragedia en la calle El Conde esquina Arzobispo Meriño.
“Fue ese sentimiento patriótico que percibió Juan Pablo Duarte con apenas dieciocho o diecinueve años de edad, cuando regresó de su corta estadía en Europa”, anota. Lamenta Gutiérrez que no exista en Santo Domingo una calle “que recuerde a esa mujer”.

Calle con nombre equivocado. El 7 de enero de 1976 se emitió la resolución número 6 del ADN que considera “un deber del Ayuntamiento del Distrito Nacional rendir tributo de reconocimiento y admiración a Marta Cruz, patriótica mujer dominicana que al enterarse en el año 1795 de que la comunidad de Santo Domingo había sido traspasada a Francia, cayó muerta en medio de la calle gritando: “¡Isla mía, Patria mía!”.
Y entendió que el mejor homenaje que le podía rendir era rotular una vía con su nombre, que fue la entonces calle Ñ, de Los Minas. Este error se ha repetido durante 33 años. Así aparece en mapas y guías en los que también escriben “Martha”. Hasta los historiadores más entendidos se preguntan: ¿Quién sería Marta Cruz?

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