El mito de la “dictadura de partido único”

El mito de la “dictadura de partido único”

Pedro Catrain, en un “reloading” de su tesis de la “dictadura de partido único” que supuestamente ha instaurado el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), afirma que el presidente Danilo Medina -ayudado por las ideas de quienes el politólogo y abogado denomina, haciendo uso de la terminología de Gramsci, “intelectuales orgánicos”, entre los cuales me coloca como “el más decidido intelectual que ha asumido este rol- busca “salir del bache postelectoral en el que se encuentra atrapado”, apostando por “una cierta estabilidad montada sobre el olvido de importantes principios democráticos” y estableciendo “una legitimación fuera del marco institucional” (“Lo que Eduardo Jorge Prats olvida”, www.acento.com.do, 4 de agosto de 2016). ¿Qué hay de cierto en todo esto?
Responder esta pregunta obliga a desmontar las premisas que fundamentan la tesis de Catrain. Ante todo, hay que estar claros en que el presidente Medina no está inmerso en una crisis de legitimidad por un supuesto fraude electoral que no ocurrió y, por tanto, el gobernante no tiene que legitimarse al margen de los procesos institucionales y democráticos, acudiendo, como expresa el politólogo y abogado, a las ideas de intelectuales que pasan supuestamente por alto “importantes principios democráticos”. Medina es sencillamente el presidente más votado en la historia democrática de la nación, en unas elecciones tan libres y transparentes que la oposición alcanza casi el 40% de los votos, justo lo que indicaban la mayoría de y las mejores encuestas.
Lo que sí presenciamos no es un presidente que se quiere legitimar al margen de las instituciones o de la democracia si no, en realidad, y como el propio Catrain lo reconoce, “una oposición encabezada por el PRM que no reconoce la legitimidad de Danilo Medina y que parece dispuesta incluso a desconocer la proclamación del Presidente el próximo 16 de agosto”. Por eso, señalábamos en este mismo diario (“El futuro de la ‘dictadura de partido único’”, 20 de mayo de 2016) la necesidad, no de lo que Catrain llama “una fórmula macabra de un gobierno compartido entre el PRD y el PLD”, sino concretar un acuerdo ya concertado entre el presidente Medina y el PRD, para así enfrentar juntos, lo que ya estamos viendo y Catrain confirma, “cuatro años de intenso cuestionamiento de la legitimidad del nuevo gobierno, de las autoridades de las Altas Cortes y de la JCE, todo ello en un contexto nacional e internacional propicio a los golpes de Estado en cámara lenta, fruto de una actualización del know how expuesto por Curzio Malaparte hace décadas y el cual mezcla dosis de redes sociales, movilización popular, despliegue internacional y articulación de las elites económicas y de los líderes de opinión, las mismas ‘fuerzas vivas de la Nación’, que vimos una vez en acción en estos mismos aprestos un infausto 25 de septiembre de 1963”.
Esta estrategia de deslegitimación del gobierno del presidente Medina y del PLD –y que Catrain confiesa sin rubor en su artículo- parte de supuestos teóricos totalmente erróneos. El primero de estos supuestos es querer anteponer una elitista “voluntad general” a la mayoría electoral y ver todo ejercicio de poder democrático por parte del PLD como “tiranía de la mayoría”, a pesar de que incongruentemente se justifica imponer la mayoría en la elección de los presidentes de los ayuntamientos. El segundo es desmeritar a todos los órganos constitucionales extra poder –Junta Central Electoral y Altas Cortes- que sirven como frenos y contrapesos al poder político-democrático sobre la base de que han sido elegidos por órganos políticos, como si la Suprema Corte de Estados Unidos fuese menos legítima porque sus jueces han sido elegidos por el presidente y el Senado de ese país. Y, el tercero, considerar que es nepotismo y que viola un principio constitucional que nadie ha dicho cuál es, la elección por sus pares de la diputada Lucía Medina, hermana del presidente, como presidenta de la Cámara de Diputados, cuando en un sistema constitucional tan consolidado como el estadounidense un presidente puede designar a su hermano Procurador General, como lo hizo John F. Kennedy con su hermano Robert. Hablar de “dictadura de partido único”, de “era imperial”, de institucionalización del “poder personal”, en esta situación es sencillamente risible, sobre todo si se compara con situaciones reales de claro autoritarismo y personalismo como las que viven Venezuela y Nicaragua.

Finalmente, sorprende cómo Catrain, tan preocupado con los límites sustanciales a la democracia y a la mayoría de que nos habla Ferrajoli, no haya dicho nada sobre: (i) los derechos fundamentales de los trabajadores ante una eventual reforma laboral; (ii) el derecho a la nacionalidad de quienes se vieron desnacionalizados fruto de la Sentencia TC 168/13; (iii) el derecho de las mujeres a la interrupción del embarazo; (iv) el derecho a la tutela judicial ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos cuya competencia quiso anular nuestro Tribunal Constitucional; (v) la constitucionalidad del matrimonio homosexual; a la luz de la Constitución de 2010; y (vi) el populismo penal presente en las prácticas anti garantistas de muchos de los operadores de nuestro sistema judicial. Sobre estos temas, contra mayoritarios y muchos de ellos impopulares, este columnista, a pesar de la supuesta condición de “intelectual orgánico” que nos endilga Catrain, y contrariando abiertamente posiciones del partido en el que milita, optó por sostener la visión más liberal, progresista y garantista, que es la que aparece desde 2003 en su manual de Derecho Constitucional, contrario a toda una “izquierda exquisita” que, en su gran mayoría, en contraste a las valientes y justas posiciones asumidas por el presidente Medina en todos estos asuntos, apoyó las posturas más conservadoras y retrógradas, también sustentadas por un partido que se pretende moderno.

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