El monto de los “saltos”

El monto de los “saltos”

Distorsionada en su esencia, la actividad partidaria, dejó de ser el espacio social para la reflexión enjundiosa y vocación de servicio que llenó de sangre y dedicación a una cantidad considerable de ciudadanos que, en el marco de su esfuerzo, hicieron de los partidos la vía para alcanzar la gloria, y desde allí, encauzar la patria por mejores senderos. Degradada y tomada por modernos filibusteros, la arena pública pasa por el drama de obligar a coexistir con todo el que llega a la organización penetrado por vacíos existenciales y fascinado en conseguir un “marquesado indigno” como resultado de la servidumbre y abyección.
Por fortuna, todo no es lodazal. En lo más profundo de la conciencia se conoce perfectamente cuando las distancias y diferencias democráticas trazan el camino de rupturas, y “saltos” que sirven de retrato a los receptores de las monedas, porque las conductas políticas inconsistentes transforman en alevoso al descompuesto, y de ellos sólo queda el rastro de su nombre escrito sobre arena.
El camino de la coherencia es largo y difícil. Pedro Henríquez Ureña llegó al país con un altísimo prestigio como educador y la dictadura lo designó al frente del área educativa. Tres años después, salía de la posición debido a que sus parámetros éticos no se correspondían con la orgía de sangre que comenzaba a perfilarse en todo el territorio nacional. Enrique Apolinar Henríquez esgrimió en 1926 la tesis de que la constitución de 1908 planteaba colegios electorales fundamentándose en la carta magna de 1924, y ese argumento, respaldado por un brillante hombre público, Manuel Arturo Peña Batlle ambientó la extensión de Horacio Vásquez. Un hombre de innegable inteligencia, Rafael Estrella Ureña nunca percibió que dos hombres de estrecha cercanía con Rafael Trujillo, como Roberto Despradel y Rafael Vidal le hicieron una trampa, al entusiasmarlo el 23 de febrero de 1930 sin saber que el endoso terminaría en 31 años de oprobio. Ahora bien, esas fallas y/o equivocaciones políticas fueron asumidas en el contexto de las pasiones del momento, pero nunca marcadas por el interés mercurial.
La entereza defendiendo un ideal marca conductas de gente con una integridad fuera de discusión. En ocasiones, políticamente equivocados. No obstante, nadie asume sus posturas como un acto de compra y venta. Augusto Lora, entendió que Joaquín Balaguer tenía la intención de no cumplir con lo pactado y extenderse más allá de 1970. Así formó el MIDA, poniendo distancias del poder que siguió hasta 1978. Julio César Castaños militó originalmente en el PRD, y con anterioridad, la desaparición de su hermano durante la tiranía marcaron su postura frente a los excesos y atropellos. El día en que un ataque al corazón terminó con su vida, ejercía la condición de Procurador General y militaba en el Partido Reformista. Rafael Taveras Rosario, mejor conocido como Fafa, inició su viaje en el 14 de Junio, llegó al MPD, lleno de ilusiones armó el Bloque Socialista y José Francisco Peña Gómez lo sedujo para ingresar al Partido Revolucionario Dominicano (PRD). Ya antes, Hugo Tolentino, Amaury Justo y Franklin Franco representaron la sangre intelectual que penetró al partido blanco para darle un rumbo ideológico a un fuerza electoral esencial en la vida política nuestra.
La tradición partidaria, salvo excepciones, no tenía de norma cambiarse de organización y negar posturas asumidas en público. Y menos aún, marcar sus “saltos” por dinero. De un tiempo para acá, una de las diversas formas de caricaturizar el activismo reside en hacer del “converso” un retrato hablado del monto recibido y las ventajas a exhibir. Por eso, la conexión inmediata entre ingresos, juramentaciones y regresos está marcada por la aparición en nóminas de todo el que hace de sus urgencias financieras la pauta de una hoja de vida preñada de metas no alcanzadas. En esencia, el hombre público que permitió que su comportamiento político lo marque su afectado bolsillo terminará arruinado y desacreditado. Y la gente se da cuenta!

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