El mundo político no se acaba en el 2016

El mundo político no se acaba en el 2016

La premura, creyendo que el mundo político se acabará en el 2016; la falta de visión que prima en muchos dirigentes a quienes se les supone capacidad para analizar más allá de lo inmediato o coyuntural; la ausencia de una concepción de conjunto sobre el papel que los partidos deben jugar en la sociedad presente y futura; la creencia de que la política es la mejor vía para alcanzar éxitos económicos o personales, son las cosas que podrían colocar a nuestro país en la ruta que ha llevado a otras naciones al descrédito de los partidos y al surgimiento de movimientos o voluntades por encima del tradicionalismo partidario.

Los partidos políticos que han logrado mantenerse con vigencia y preponderancia a través del tiempo, ha sido por varias razones, entre ellas de manera especial, por el peso de dirigentes o líderes capaces de llevarle a sus militancias o a una parte importante de la sociedad, ideas o proyectos entusiasmantes o alternativos.

Los tres grandes partidos que hemos tenido, han girado en torno a dirigentes que llenaron expectativas; que cautivaron o fueron capaces de transmitir ideas convincentes o esperanzadoras; con criterios propios o diferentes a las de sus contrarios; con conocimiento de su rol coyuntural, pero con una visión un poco más allá de lo inmediato. De los cuales solo quedan dos.

Pero aunque la realidad indica que dos de los partidos mayoritarios mantienen amplias simpatías entre los votantes y se constituyen en las vías para canalizar aspiraciones y llegar al poder, de transitar por una ruta equivocada, en poco tiempo veremos el resquebrajamiento de sus organizaciones y el surgimiento de nuevos proyectos, lo que no garantiza absolutamente nada en materia de adelantos económicos, sociales, democráticos o institucionales, pero sí una salida ante el desprecio exhibido en su accionar frente a las masas.

Esto debería llevar a los políticos, a los que tienen mayor experiencia como de manera especial los que pertenecen a las generaciones emergentes, aunque lamentablemente muchos de ellos son víctimas de las malas prácticas o están salpicados por los lastres negativos que arrastra nuestra sociedad, a pensar un poco más en su papel de hombres públicos, porque podrían estar trillando un camino equivocado en el que, no solo pierdan lo mucho o poco que han logrado, sino perder los vehículos en que han podido transportarlos.

Los peledeístas, dándose cuenta de la situación, decidieron darle oxígeno a su organización mediante el Congreso, lo que, independientemente al surgimiento de algunas confrontaciones propias de los partidos masificados y con diferencias de estilos o pensamientos, contribuye a solidificar el sistema de partidos, y por vía de consecuencia, la democracia.

Los perredeístas, entrampados desde hace tiempo en aspectos que nada tienen que ver con cuestiones programáticas ni ideológicas, deberían verse en el espejo y hacer algo similar, sea mediante Congresos o Seminarios, para brindarle al país espectáculos diferentes a los exhibidos últimamente. El equilibrio democrático lo exige, pero igual su propia existencia.

 

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