El amplio espectro de la oposición tiene ante sí el ineludible desafío de definir cómo y a quién y quienes escoger para encabezar un proyecto de poder y de sociedad alternativo. Son conscientes de que sola, ninguna de sus componentes podrá vencer al PLD, pero los resultados de los esfuerzos que hacen algunos de ellos para salir de la fragmentación y de los significativos desencuentros en que se encuentran han sido exiguos.
Su sector mayoritario, el PRM, ha invertido casi todo su tiempo en la difícil tarea de recomponerse con un mínimo de formalidad institucional, de encontrar una fluida unidad interna, al tiempo de definir lo que diversas circunstancias habían creado: la necesidad de definir cuál de los líderes de las principales facciones, Hipólito Mejía o Luis Abinader, será el candidato de ese partido para las próximas elecciones.
El pasado domingo dieron un paso significativo en la búsqueda de esa definición, al elegir sus principales instancias directivas, fijar las fechas de la Convención y la comisión que la organizará. Es comprensible que la particularidad de ser un proceso en que no simplemente se está estructurando un nuevo partido, sino que se trata de reorganizar casi el 90% de miembros que salían de una colectividad para formar otra, teniendo en sus cabezas la jerarquía que tenían en la que abandonaron.
Esa circunstancia dificulta esa institucionalización, pero no justifica los tantos cargos inorgánicos creados. Si bien es importante resolver el tema organizativo, lo fundamental es el relacionamiento del PRM con la sociedad, sobre todo desde el punto de vista electoral, con el mercado no cautivo de votos presente en las capas medias y todo el sector productivo. En el trajín de las dos facciones por posicionar su candidato, los pasos que han podido dar en ese sentido han sido muy limitados en cantidad y calidad.
Es circunstancia, le ha impedido comportarse como oposición efectiva al partido/Estado/gobierno, desaprovechando las aún sólidas relaciones que han mantenido sus dirigentes medios y de base con los estratos bajos y medio bajos de la población, tejidas en décadas de lucha política y por la inclusión social. Un partido que no tenga un discurso sintetizado en una idea fuerte que le dé sentido de identidad, casi una consigna, difícilmente pueda constituirse en un punto de referencia para constituir una alternativa real y plural de fuerzas capaces romper la hegemonía política e ideológica de la corporación económica/política construida por el PLD.
Ese el gran dilema del PRM, cómo elaborar las ideas claves que le permitan ser percibido como un partido diferente del que pretende ser negación, el viejo PRD, si sus dos principales jefes de facciones mantienen la vieja cultura de crecer como facción, a través del clientelismo grupal. Sólo nuevas ideas de hacer política (que están en la cabeza de no pocos antiguos y nuevos dirigentes), podrían resolver el dilema de escoger su candidato presidencial y demás candidaturas en un breve proceso de Convención, sin que el mismo sea pensado sólo para escoger los de las referidas facciones y los de otras tendencias, sino para la elección en una misma boleta las de sus imprescindibles eventuales aliados.