El país necesita regenerarse

El país necesita regenerarse

El país está sucumbiendo bajo el peso de una gran crisis moral que se manifiesta de múltiples maneras. Es una situación que alarma a amplios sectores de la población, y de manera particular a instituciones como las iglesias. Los integrantes de la Conferencia del Episcopado Dominicano, durante la celebración del XXXII Encuentro Nacional de Pastoral, han deplorado la manera en que la violencia de todo tipo, el embarazo en adolescentes, el debilitamiento de la cohesión familiar, la corrupción y la mala forma de hacer política, entre otros males, han llevado a nuestro país a un estado de deterioro moral agudo.

Evidentemente, el país necesita reflexionar y regenerar conductas. Ni Gobierno ni gobernados podemos seguir pasando por alto todo lo que nos está afectando como sociedad. Así como la Independencia necesitó una restauración, hay que restaurar la moralidad pública, el rigor en la aplicación de la ley contra los delitos vulgares y de cuello blanco, frenar la descomposición familiar precursora de vicios y embarazos, meter en cintura la irresponsabilidad paterna, blindar el Estado contra la corrupción y, en fin, resaltar y hacer valer de nuevo los principios que heredamos de los fundadores de nuestra nacionalidad. Es obligación de todos asumir alguna responsabilidad en lo que está ocurriendo y actuar en consecuencia, sin poses y bajo la influencia de una autocrítica sincera.

GENTE CON LOS VIENTOS EN CONTRA

En los últimos diez años, la economía del país ha ido adelante, con un crecimiento promedio de 6,7% del que disfruta una minoría. En contraste, en el mismo período de esa bonanza han marchado bajo vientos huracanados hacia la pobreza extrema un 46% de nuestros campesinos y un 30% de jóvenes desempleados. El paralelismo anterior deja claro que la bondad o maldad de recibir fuertes vientos siempre dependerá de que impulse la nave hacia mar abierta y franca o hacia costa de filosos acantilados.

Las autoridades no sienten ningún prurito al hablar de una bonanza económica que, en décadas, no ha sido capaz de generar empleos bien remunerados ni mejorar la calidad de vida de la población más pobre. Siempre que se habla del repunte económico, automáticamente se dispara la alarma que hace notar que las cifras de exclusión son también significativas.

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