El Papa Francisco da nuevo impulso a la iglesia del siglo XXI

El Papa Francisco da nuevo impulso a la iglesia del siglo XXI<BR>

Jorge Mario Bergoglio es el primer jesuita que llega a ser la cabeza visible de la Iglesia Católica desde la fundación de la orden “La Compañía de Jesús” en 1540. Ordenado como el  Papa Francisco, el Sumo Pontífice  da indicios de una iglesia más abierta al pensar y accionar de los tiempos en que vivimos; y más cercana e identificada con los grandes problemas de la humanidad.  Como jesuita  está orientado  a analizar “los signos de los tiempos”, tal y como recomendaba el propio Ignacio de Loyola. La visión de este jesuita que cuenta con  una gran preparación intelectual y teológica podría significar la vuelta de muchos creyentes perdidos. Y es que aun los más fieles, hoy por hoy, dejan de cumplir con muchos de los preceptos de la iglesia, lo que ha hecho que muchos cristianos de corazón no lo sean de hecho.  Esto se ha convertido en un problema serio, pues poco a poco se le va haciendo difícil al Vaticano imponer los dogmas y principios  que  por siglos han regido a la población de practicantes.

La actuación del Papa ha sido rápida y hemos visto señales notorias de humildad  que van desde  su  tendencia a una vestimenta sencilla hasta  sus  esperanzadores discursos.  El Obispo de Roma, como a él mismo le gusta llamarse, ha creado un Consejo para trabajar según sus propias palabras “en el gobierno de la Iglesia Universal y estudiar un proyecto de revisión de la Constitución Apostólica Pastor Bonus”, texto legislativo que regula la composición y competencias de los distintos departamentos  y organismos de la curia romana. En ello trabajan varios cardenales: Francisco Javier Errázuriz Ossa, de Santiago de Chile; Giuseppe Bertello, de Italia; Reinhard Marx, de Munich; Oswald Gracias, de Bombay; Laurent Monsengwo Pasinya,  de Kinshasa; George Pell,  de Sydney, Sean Patrick O’Malley, de Boston; y Óscar Andrés Rodríguez, de Tegucigalpa, que asumirá la función de coordinador.

Por otro lado, el Papa Francisco ha exteriorizado su visión de una iglesia abierta a la diversidad. En este orden, son muchos los temas que por su envergadura e  impacto sobre  la sociedad podrían y quizás deberían ser tratados por el Papa: la pobreza, la desigualdad que ha hecho imposible el surgimiento de sociedades más justas, asunto que quizás sea la barrera que impide el control de la violencia social que desgasta la  humanidad; el tema del aborto, sobre todo en los casos de violación o de aquel que el especialista califica como necesario desde el punto de vista médico para salvar la vida de la madre cuyos hijos, en muchos casos, quedarían desamparados ante su muerte; el matrimonio entre homosexuales, objetivo que está en la primera plana de muchos países de Occidente y que ha sido  aceptado desde el punto de vista legal por muchos congresos; el uso de anticoncepción en un mundo empobrecido donde millones mueren de hambre, el celibato, el ateísmo, la acción de la iglesia ante la pedofilia, en fin…  Muchos son los temas de interés para la sociedad y para la Iglesia… Esta colectividad,  que proviene de la última  centuria, seducida  por el pensamiento científico, en la cual  se descifró  el mapa genético y se clonaron  seres vivos, está en espera de conocer las opiniones acerca de estos puntos álgidos de lo labios  del nuevo Obispo de Roma.

En 1986, Walter G. Rosen usa por primera vez el término diversidad biológica -biodiversidad- en referencia a la amplia variedad de seres vivos sobre la Tierra y los patrones naturales que la conforman, y surge el “Convenio Internacional sobre  la Diversidad Biológica”.   Ya para el 2001 la Unesco  aporta la “Declaración Universal sobre Diversidad Cultural”, a través de la cual proclaman la diversidad como patrimonio de la humanidad y la consideran tan importante como la diversidad biológica. Esta publicación  refleja la multiplicidad  e  interacción de culturas que coexisten en el mundo y que forman parte del patrimonio común de la humanidad. Nos referimos a la diversidad en el lenguaje, en las formas de pensar, en las creencias religiosas y políticas, edad, género, orientación sexual, diversidad de razas, lugar de origen o nacimiento,  en el arte, la música y entre un número extraordinario de atributos de la sociedad humana.  La Unesco en su declaración asegura “La defensa de la diversidad cultural es un imperativo ético, inseparable del respeto de la dignidad de la persona humana. Ella supone el compromiso de respetar los derechos humanos y las libertades fundamentales; en particular, los derechos de las personas que pertenecen a minorías y los de los pueblos indígenas”.

El mundo de los negocios también hizo suyo el término “diversidad” y se incluyó dentro de los valores de  las empresas  e incluso se crearon “políticas” para asegurar su cumplimiento.  Montse Ventosa en su obra “Gestión de la Diversidad Cultural” en las empresas nos asegura que… “Una organización que utiliza correctamente la  diversidad cultural fortalece la cultura empresarial, mejora su reputación y constituye un empleador atractivo para las personas con talento”.  La diversidad es un derecho manifiesto en la  mayoría de los Códigos Laborales del Mundo incluyendo el de República Dominicana y el de los Estados Unidos de América.

Hoy el Papa Francisco habla de la diversidad y esta palabra se convierte en eco que todos escuchan.  Diversidad como la aceptación de diferencias, igualdad, unión y  armonía; además, incluye en sus discursos frases esperanzadoras como lo son: la atención a  la pobreza física y espiritual; el crear puentes entre los hombres; el poder de servir; predica sobre acoger una actitud de ternura hacia toda  la humanidad; proclama la importancia del  diálogo con líderes de diferentes religiones; alega que va a intensificar su relación con los ateos o no creyentes, y promete mirar desde la periferia y no desde el centro de la sociedad. Profiere que trabajará por la unidad en la diversidad de la iglesia.  Verdaderamente, parece que estamos ante un líder religioso revolucionario y compasivo.

Nos deja ver los inicios de un papado donde primará  la verdad sobre la mentira; la justicia sobre la injusticia;  la compasión sobre la prepotencia.  Pero nos preguntamos… ¿Qué primará en otros aspectos? La tradición sobre la razón filosófica y la investigación o la modernidad sobre una tradición que muchos fieles dejan en el olvido, sin deseo de abandonar  la iglesia…

 He visto una nota donde se anuncia que el Papa Francisco se dirigirá a los ateos o no creyentes.  El tema del ateísmo es complejo y debemos respetar lo que cada quien piense que es Dios y su relación con esta idea. El asunto es delicado… Meister Eckhart hablaba del desasimiento. Se refería a la necesidad de olvidarnos de la idea antropomórfica que tenemos de Dios. Decía que mientras más logremos alejarnos de estas ideas más nos acercaremos al Dios real. Quizás las definiciones no son lo importante sino el vivir una vida actuada desde el campo de la acción moral sin hacerle daño a nadie, una vida natural de servicio a los demás. Un vivir de este modo es quizás el mayor reconocimiento a la existencia de Dios. Muchos dicen creer en Dios y matan, roban y mienten… ¿Es eso creer en Dios?… ¿Qué opinará el Papa Francisco de todas esas cosas? ¡Pronto lo sabremos!, sobre todo, a través de las actuaciones de este jesuita que después de 473 años  de la fundación de la orden ha llegado a ser el Obispo de Roma. Hay muchas expectativas, pero algo es seguro: ¡El Papa Francisco da nuevo impulso a la iglesia del siglo XXI!

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