El peligro de la noche

El peligro de la noche

Desde que un sanguinario desalmado guachimán asesinó cobardemente a Oliver y su acompañante en una aciaga madrugada de noviembre, ya los padres con hijos adolescentes apenas cabecean cuando el sueño les sorprende en la vigilia a la espera de la llegada de sus vástagos. A este crimen brutal, cobarde, han sucedido otros, unos perpetrados por atracadores vulgares, salvajes. Otros a manos de la misma policía que debería ser esperanza, protección, seguridad, en esas horas tan propicias para el asalto, la provocación, el delito.

No ha pasado el novenario por el alma de Ashley Gil Brugal, joven vida eliminada de la forma más monstruosa. Su muerte, aunque no trascendió más allá del entorno de sus familiares, compañeros de trabajo, amigos, conmovió a los que conocieron el atroz desenlace. Al salir del cine junto a una hermanita, el eficiente profesional decidió ir a comer una hamburguesa en un frecuentado expendio de la Núñez de Cáceres donde se encontró con un atraco. Como todos los demás presentes, entregó cuanto llevaba encima y se mantuvo tranquilo, con los brazos en alto. Su delito fue, según versiones, haberse quedado mirando, en su estupor, a uno de los delincuentes que enseguida le disparó mortalmente al estómago. Hay que suponer el estado emocional de la hermanita cuando bajó del jeep y lo encontró agonizante e inconsciente en un charco de sangre. Ashley no llegaba a los veintinco años, había concluido su carrera universitaria y se preparaba a viajar a Europa para realizar un postgrado.

La semana pasada la muerte sorprendió a otra recién graduada, Arlene Pérez, y gracias a Dios no alcanzó a Juan José, hijo de la entrañable Leyla Alfonso y de otro periodista, el señor Silvio Herasme Peña.

¡Cuánta indefensión, qué impredecibles peligros acechan el regreso de los muchachos de sus sanas diversiones! ¿Qué malvado ladrón sin alma los persigue dispuesto a todo con tal de despojarlo de prendas, carros, dinero, tarjetas, y en ese todo llevarse de paso a una vida útil que comienza a hacer mejores aportes a la sociedad después de lograr una carrera? ¿Quién impone orden en este caos de República sin aparente control, sin autoridad, indiferente al abuso y a los desmanes de estas bandas criminales?

La sociedad está atemorizada y la salida nocturna de los hijos se ha convertido en pesadilla para los padres, que esperan con el corazón, el pensamiento, el alma tan solo puestos en Dios porque en los responsables de la tranquilidad ciudadana no hay confianza, habiéndose detectado entre ellos mismos a potenciales malhechores.

La noche es una tragedia, un dolor de cabeza, pero el país no puede convertirse en un solo toque de queda por el temor a tantos antisociales aparentemente protegidos, sin hiel para matar. Salir, divertirse, compartir, es parte esencial de la vida, sobre todo de la juventud, con todo el derecho a despejar mente y cuerpo tras las jornadas cotidianas de estudio y trabajo. A los que hay que sacar del escenario es a esa pandilla de homicidas y salteadores.

Es tiempo ya de dar demostraciones de mando antes de que otro espantoso atentado vuelva a sorprender a la ya inquieta y desesperada familia dominicana.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas