El premio no es lo importante

El premio no es lo importante

Lo que se diga a favor o en contra del merecimiento del Premio Pedro Henríquez Ureña otorgado al escritor Mario Vargas Llosa tiene poca importancia, ya que desde 1952 a la fecha quedan pocos reconocimientos relevantes que no le hayan sido otorgados, incluido, el premio Nobel de Literatura, en el 2010. Es obvio que no discutimos si el premio es o no merecido.

Se ha querido, para evitar tan infeliz argumento, situar el debate en el plano de la soberanía. Según este argumento, los miembros del jurado no debieron, por ser representantes del Estado(?), reconocer al autor del artículo Los parias del Caribe porque ofende la dignidad nacional, al comparar (siempre según los detractores) a los dominicanos en general con los nazis de 1930. Eso a pesar de que en el artículo Vargas Llosa deja claro que los votos disidentes en el Tribunal Constitucional, la posición de muchos dominicanos en contra de la sentencia y la actitud solidaria de los dominicanos (pone como ejemplo positivo las medidas del expresidente Fernández a favor de los afectados por el terremoto) salvaron el honor del país, al tiempo que menciona que la verdadera cara de los dominicanos es precisamente contraria a los fundamentos discriminatorios de la fatídica sentencia.

Es decir, se admite que las novelas del laureado escritor – Conversación en la Catedral, Historia de Mayta, Los Cachorros, Pantaleón y las Visitadoras…- son buenas, pero no lo son sus ideas; especialmente la del citado artículo, fundamentándose en una cosa que no dice: los dominicanos somos nazis.

Lo que hay detrás de tanta sensibilidad nacional no sólo es una falta de lectura comprensiva preocupante, sino un intento peligrosísimo, típico de las ideologías totalitarias, de imponer un discurso que poco tiene que ver con el premio, y que menos tiene que ver con el escritor peruano. Un discurso que busca establecer que toda actitud de ejercicio crítico sobre lo que ocurre contra el poder – en este caso frente al Tribunal Constitucional y las instituciones que manejan el tema nacionalidad, identidad y migración- es un ataque contra la soberanía nacional y contra la dominicanidad.

También hay, en el coro, gente que no se da cuenta bien de qué va la cosa y le tiene guardadas ciertas cuentas ideológicas o históricas al Nobel. Por ejemplo, los muy de izquierda no le perdonarán haber sido crítico de las dictaduras y haber puesto en ellas a la de Cuba. Tampoco le perdonarán haber visto en imprenta lo que estaban cansados de oír en sus casas sobre la era de Trujillo, y que resultan incómodas, especialmente si se piensa lo trascendente que resultan… olvidando en ese resentimiento que La Fiesta del Chivo tiene como ficción la verdad; quizá es por eso que la consideran más peligrosa que los libros de historia… que nos negamos a leer.

Sin embargo, nada de lo anterior es importante. Aquí lo fundamental sigue siendo que es verdad que quitar papeles, que no reconocer derechos, que legislar o emitir sentencias para perjudicar grupos específicos es comportamiento de nazis. Y que también es verdad, que oculto y a veces difuso, el racismo dominicano no se discute, ni se reconoce, ni se enfrenta. El premio no es lo importante; la manipulación del tema migratorio y de identidad con fines mezquinamente electorales sí lo es.

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