El presidente Trump y Puerto Rico

El presidente Trump y Puerto Rico

Los acontecimientos nefastos que han ocurrido en la isla de Puerto Rico tienen, como se dice en billar, un efecto de carambola. Originalmente esta bella isla era parte de España y como consecuencia de un acto fortuito, el hundimiento del buque de guerra Maine, en la bahía de La Habana, el 15 de febrero de 1898, con un saldo fue 254 marinos y dos oficiales muertos, incidente que constituyó el motivo para que los Estados Unidos de América le declararan la guerra a España, involucrando también a Cuba y posteriormente a las Filipinas.
Como consecuencia de esta guerra Estadounidense-Hispanoamericana, al término de la misma, España cedió a los EE. UU. por la suma de 20 millones de dólares a Puerto Rico, Guam y las Filipinas, poniendo fin al imperio español en América, lo cual convirtió a Borinquen, en una colonia del Tío Sam. Su dependencia era tal, que como consecuencia de la Ley de Cabotaje de la Marina Mercante, mejor conocida por el Jones Act, no podían permitir que se trasladaran a la isla, ni pasajeros ni mercaderías, sino cumplían con la Sección 27 del referido Act.
¿Cuáles eran los términos de la Sección 27? Los pasajeros, mercaderías originadas por cabotaje, deben ser transportados por buques de bandera estadounidenses; construidos en los EE. UU., de propiedad de ciudadanos del país y la tripulación debe ser también compuesta por estadounidenses con residencia permanente. Esta “camisa de fuerza” fue promulgada el 5 de junio de 1920, por el 66avo. Congreso de los EE. UU.
El 3 de marzo de 1952, se llevó a cabo en la Isla un referéndum en el cual la población votó por el establecimiento de un Estado Libre Asociado con los EE. UU., el cual bajo la presidencia de Harry Truman, fue aprobado por el Congreso. No es sino el 25 de julio de 1952, cuando el entonces Gobernador Luis Muñoz Marín declaró el Estado Libre Asociado de Puerto Rico, estatuto actualmente vigente. Sin embargo, al parecer, ese plebiscito convirtió a los ciudadanos puertorriqueños, en estadounidenses de segunda clase, ya que les está vetado votar en las elecciones presidenciales, así como también en las congresuales.
En estos momentos, el presidente Trump los amenaza con quitarles el subsidio y obligarlos a pagar parte de la reconstrucción motivada por la devastación del huracán María, que destruyó el sistema energético en un 80%. Es verdad que el cuerpo de ingeniería y sistemas del Ejército estadounidense ha prometido en un plazo de cuatro meses, restablecer los circuitos asolados por los vientos huracanados, pero no es menos cierto que los campos y la agricultura están completamente colapsados.
Es una verdad de Perogrullo que una gran cantidad de puertorriqueños viven del “welfare”; es decir, del paro de labores, pero esto no los descalificó para cuando se necesitaron, verdaderos patriotas, como sucedió en la Guerra de Corea (1950-53), en donde el Regimiento 65 de Infantería enfrentó valerosamente el millón de chinos que cruzaron la frontera y los replegaron más allá del Paralelo 38.
Es obvio que los puertorriqueños cometieron excesos en la demanda de la restitución de la Isla de Vieques, en donde la Marina de los EE. UU. tenía un campo de tiro y de entrenamiento. No tuvieron en cuenta, que después de desarrollados los misiles transcontinentales, ya no se necesitan bases militares en países cercanos al territorio madre.
Por motivo de la retirada de los incentivos, las empresas farmacéuticas que gozaban de un privilegio especial de zona franca, se están expatriando de Puerto Rico, trayendo desempleo y escasez de los recursos que esas empresas aportaban al Estado Libre Asociado.
Es bien conocido, el estado de represalias con las cuales el presidente Trump trata a sus vecinos mexicanos, al extremo que ha dispuesto la construcción de un muro. En ese sentido, los puertorriqueños sintieron parte de ese espíritu discriminatorio, cuando el Presidente, como si fuera un lanzador de béisbol, empezó a tirar toallas sanitarias en una reunión bastante concurrida, lo cual motivó el repudio de los asistentes y de aquellos que observaron ese desagradable espectáculo por televisión.
El pueblo dominicano debe volcarse con todo lo que materialmente pueda para auxiliar a nuestros hermanos puertorriqueños. Por muy pequeña que sea la contribución, sea de agua, alimentos o medicamentos, todos son necesarios para aliviar la situación de los que se han quedado en la Isla, ya que se cuentan por millares los que la han abandonado.

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