El Presidente y las mujeres

El Presidente y las mujeres

En sus dos gobiernos anteriores y en el recién iniciado, Leonel Fernández ha demostrado escasa inclinación por nombrar mujeres en su gabinete.

En ocho años completos como presidente, apenas designó un total de cinco mujeres en cargos ministeriales, casi siempre en las secretarías relacionadas con educación o asuntos de la mujer.

En su recién constituido gabinete, la situación es peor. Nombró sólo dos mujeres: confirmó a Ligia Amada Melo en Educación Superior y reubicó a Alejandrina Germán en la Secretaría de la Mujer. En su defensa, el Presidente podría argumentar que hay pocas mujeres en los altos niveles de dirección del PLD, y que los altos dirigentes del partido o los aliados políticos ocupan los principales cargos ministeriales.

De ser así, la situación es lamentable. De 25 miembros del Comité Político sólo tres son mujeres, e igual baja participación femenina ha mantenido Fernández en sus gabinetes.

¿Qué pasa en el PLD con las mujeres? ¿Por qué el partido no ha sido capaz de ampliar el pool femenino con capacidad de ejercer liderazgo nacional?

En los últimos 15 años, el PLD pasó de ser un partido minúsculo a registrar más de un millón de miembros. ¿Por qué no han surgido de ahí mujeres con capacidad de sobrepasar las barreras que imponen los dirigentes masculinos, y alcanzar posiciones de dirección importante en el partido y el gobierno?

La situación sorprende más porque el presidente Fernández ha ofertado siempre un discurso de modernidad. Sin embargo, en su discursiva política nunca ha enfatizado el rol ascendente que juegan las mujeres en una sociedad que se moderniza, ni tampoco se ha esforzado por concretar en políticas públicas de género la modernidad que proclama en palabras.

Una de las transformaciones sociales más importantes en el mundo a fines del siglo XX y principios del XXI es la mayor incorporación de las mujeres a la vida laboral y política. La lucha ha sido larga y difícil, y muchas desigualdades de género persisten.

Pero en décadas recientes se han producido cambios importantes en muchos países que resaltan el valor de las mujeres. También hay mayor aceptación en la opinión pública mundial, y en República Dominicana, que las mujeres deben participar igual que los hombres en la política.

La demanda por mayor inserción no es nueva en la sociedad dominicana. El movimiento de mujeres tiene una larga historia de luchas, y en los años noventa hizo un gran esfuerzo por motivar cambios a favor de la participación y representación política.

Por ejemplo, en 1997 se introdujo la cuota de representación femenina en las candidaturas a diputados y regidores. Como resultado, la representación aumentó a partir de las elecciones congresuales-municipales de 2006, a 19.6% en la Cámara de Diputados y 27% en el total nacional de regidores.

En la alta administración pública, sin embargo, donde los presidentes tienen amplia discrecionalidad para nombrar el funcionariado y demostrar compromiso con la integración de las mujeres al poder político, el presidente Fernández insiste en marginarlas.

Ha hecho lo contrario a la paridad de género que en sus gabinetes han impulsado José Luis Rodríguez Zapatero en España, Michelle Bachelet en Chile y Nicolás Sarkozy en Francia.

Las mujeres representan algo más del 50% de la población dominicana, y, según la encuesta en boca de urnas de Penn & Shoen, Leonel Fernández recibió el pasado 16 de mayo 61% del voto femenino, comparado con 51% del masculino.

Esto significa que Fernández consolidó su victoria en primera vuelta con el voto de las mujeres. ¿Por qué ignora entonces esta fuerza política que le ha favorecido?

No hay garantías de que las mujeres designadas en altos puestos desempeñarán las funciones mejor que los hombres. Pero es injusto que por una discriminación histórica de género todavía se mantenga a las mujeres tan alejadas de las posiciones de poder político, donde se toman tantas decisiones que afectan sus vidas y las de sus familias.

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