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Fortalecer la docencia; ampliar las labores de investigación; adquirir más equipos de laboratorio y de alta tecnología; completar el programa de ampliación y mejora de sus espacios físicos; profundizar su accionar como el instrumento de realización de las aspiraciones colectivas; todo ello, constituyen sólo una parte de los desafíos que habrá de enfrentar la Universidad Autónoma de Santo Domingo el próximo año. Para encararlos con éxito, la UASD deberá recibir de parte del gobierno del presidente Danilo Medina un presupuesto estimado en 11 mil millones de pesos, 4 mil millones de pesos más del ejecutado en el año 2015.
Al igual que las demás instituciones de educación superior de aquí y de casi todo el mundo, la Universidad Autónoma de Santo Domingo requiere de cambios sustantivos; pero, para hacer que éstos lleguen a materializarse, la UASD necesita de los recursos que reclama. Una educación superior pública servida a tono con los nuevos tiempos reclama de grandes inversiones. Y cada día resulta más difícil llenar el vacío de la falta de los mismos con la multiplicación de los esfuerzos.
De las 41 instituciones dominicanas de educación superior sólo cuatro, incluyendo la UASD, figuran en el ranking de las mejores universidades de la América española y el Caribe. De esas instituciones valoradas como las mejores, la UASD figura entre las de mayores poblaciones y entre las que menos recursos económicos disponen, muestra del esfuerzo que realiza el personal académico de la Universidad Primada por mantenerla en el sitial que le corresponde.
El sistema dominicano de instituciones de educación superior todavía se encuentra en un momento de transición desde un sistema altamente centralizado, uniforme y ligado a las tradiciones, hacia uno mucho más descentralizado y fundamentado en una nueva doctrina de autonomía universitaria implícita en la Constitución de la República y consignada en la Ley 139-01 de Educación Superior, Ciencia y Tecnología. Aunque no con la celeridad requerida, cabe decirse que en los últimos cincuenta años hemos avanzado bastante en materia de gestión de instituciones de educación superior. Actualmente, nuestras universidades disfrutan de autonomía administrativa, institucional y académica. Y al menos dos de ellas, la Universidad Autónoma de Santo Domingo y la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, ejercen, al amparo de la ley, el ejercicio pleno de sus autonomías, lo que les permite crear y ofertar programas académicos sin requerir la autorización del máximo organismo de dirección del Sistema Dominicano de Instituciones de Educación Superior, el Consejo Nacional de Educación Superior Ciencia y Tecnología.
En octubre de 1967, la antigua Unión Soviética lanzó al espacio el Sputnik, el primer satélite artificial colocado en órbita en torno a la tierra. Se trataba de un artefacto de 80 kilogramos de peso equipado con dos emisoras de radio. Días después, lanzó otro, esa vez consistió en una esfera de más de media tonelada de peso que llevaba a bordo un ser vivo, una perrita “vira lata” llamada Laika. Esos hechos supusieron una importante victoria de la poderosa nación euro asiática sobre los Estados Unidos en la lucha que sostenían ambos países por el liderazgo en la carrera espacial. También se constituyeron en causa y motivo de una completa revisión de la política estadounidense de educación superior. Por razones de espacio, no vamos a entrar en detalles relativos al alcance de la misma. Aquí, ocurre algo parecido. Nuestras instituciones de educación superiores requieren de cambios para desarrollar una política educacional que ofrezca el nivel de cualificación necesario en mundo globalizado de mercados abiertos a la competencia internacional. Pero, eso conlleva gastos que muchos gobiernos no se muestran dispuestos a asumir.