El pueblo haitiano

El pueblo haitiano

En el año 2011, la Sociedad Dominicana de Bibliófilos imprimió una segunda edición del libro El Pueblo Haitiano, de la autoría de James G. Leyburn, originalmente publicado en inglés por la Universidad de Yale en 1941. Dijo el presidente de la Sociedad, don Mariano Mella, durante la presentación: “Con esta edición de la obra de James Leyburn, destacado intelectual, catedrático e investigador norteamericano, que ponemos a disposición de nuestros estudiantes, investigadores, profesionales y lectores en general, intentamos hacer un nuevo aporte para aquellos interesados en indagar en las particularidades socioculturales del vecino país”.

La lectura pausada de la obra permite entender la realidad haitiana presente, a partir de sus orígenes y evolución histórica. La organización del relato evidencia un orden cronológico con las temáticas distribuidas en capítulos tales como: Las castas y las clases; La religión; La Política; y El Haití Moderno; entre otros, lo cual facilita la consulta de la fuente. Hay datos anecdóticos que tornan liviana la lectura como aquel del emperador Dessalines quien mientras distribuía patentes de corso entre sus favoritos les advertía: “Desplumad la gallina, pero tened cuidado de que no grite”. El escritor explica la intervención norteamericana que duró 34 años de la forma siguiente: “ Lo que produjo en definitiva la ocupación de 1915 fue la combinación de complicados asuntos económicos con el derrumbe político.

En el año anterior, Francia y Alemania habían amenazado con enviar buques de guerra para cobrar empréstitos vencidos y solo dejaron de hacerlo a causa del estallido de la Guerra Mundial. El Banco de Haití, en el que el gobierno depositaba sus fondos, era subsidiario de un Banco estadounidense, y cuando en 1914-1915 los presidentes se reemplazaron unos a otros en rápida sucesión, el Banco haitiano, en cumplimiento de instrucciones de Nueva York, se negó a permitir que el gobierno retirara sus fondos.

Haití amenazó con apoderarse por la fuerza, en represalia, de sus depósitos, pero el Banco de Nueva York persuadió al gobierno de los Estados Unidos para que enviara un barco con el fin de trasladar el oro de Port-au- Prince a la mencionada ciudad… Cuando en julio de 1915, el presidente Sam hizo matar a ciento sesenta y ocho presos políticos y él mismo fue asaltado y asesinado por una multitud, el gobierno estadounidense ordenó el desembarco de sus infantes de marina de un buque de guerra convenientemente anclado en el puerto próximo a Port-au-Prince”. Leyburn ve la emigración de obreros haitianos a Cuba y Santo Domingo como un intento alternativo al crónico desempleo que ha traído algunas consecuencias graves. Al respecto acota: “En 1937 el dictador cubano, Batista, expulsó a millares de haitianos de la isla. Pero la culminación llegó en el otoño del mismo año, cuando se difundió gradualmente la noticia de que en la República Dominicana millares de haitianos habían sido asesinados a sangre fría.

Se estimaba en esa época, que no menos de sesenta mil haitianos vivían del otro lado de la frontera; de ellos, no menos de cinco mil fueron apuñaleados o ahogados, y lo más probable es que la cifra se elevara a veinte mil si se conociera toda la verdad. En el mundo actual no parece existir ningún cielo para los emigrantes indigentes, sobre todo si son negros analfabetos”.

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