El regalo envenenado del mundo a RD

El regalo envenenado del mundo a RD

Después del terremoto de enero del 2010, que destruyó a Puerto Príncipe, el mundo conmovido prometió todo tipo de ayuda a Haití. Pero a medida que la conmoción de la tragedia se iba amortiguando, tantas promesas cayeron en saco roto. Los millones de dólares no aparecieron, los haitianos continuaron padeciendo y emigrando hacia República Dominicana en oleadas masivas, cruzando impunemente la inexistente frontera.

Lo que se había iniciado como una intención de los llamados amigos de Haití: Estados Unidos, Francia, Canadá y Venezuela, de presionar para que los dominicanos se hicieran responsables del destino, de la pobreza haitiana y de aceptar su masivo éxodo hacia el país, se tornó en una línea de presión y exigencia de parte de esos amigos, y otras naciones e instituciones internacionales de ayuda humanitaria, que en vista del desarrollo dominicano, su demanda de mano de obra no calificada y su comparonería de pavonearse de su desarrollo, para que asimilara a miles de seres humanos que en su territorio tienen un solo destino de morir de hambre.

Ese invasión consentida de miles de haitianos, que se han ido estableciendo en casi todos los rincones del país, ya conforman guetos muy definidos, y de imposible penetración de parte de las autoridades locales, en donde han llevado sus malas costumbres de higiene, de educación y de sus creencias religiosas.

Los sucesos del pasado día 20, en donde un haitiano resultó muerto en un incidente con un policía, le permitió a las fuerzas haitianas enseñar sus pretensiones de avasallamiento a los dominicanos, demostrando que no están dormidas, e hicieron una exhibición de fuerzas al impedir que levantaran el cadáver del paisano que envolvieron en la bandera haitiana e impidieron que se llevaran el cadáver para los fines legales con una lluvia de piedras, botellas, palos y tiros, enervando a ese sector capitaleño y que requirió un aumento de la fuerza policial para devolverle la calma al sector; otras veces lo habían hecho en algunos de los bateyes del Este.

El ánimo de los dominicanos está tomando un derrotero de la agresividad y hacia una exigencia criolla a sus autoridades de que se debe respetar la soberanía y no someternos a la voluntad haitiana, que estimulada por los países amigos ya mencionados, quisieran ver a Haití y Dominicana unidos sin ninguna línea fronteriza.

El incidente del barrio 27 de Febrero es un eslabón más de cómo los haitianos han ido tomando conciencia de que pudieran avasallar a los dominicanos, ya que sus sectores del poder económico y político están más ocupados en buscar fortunas, aplastar al rival político y hacer de cada gobierno un apéndice de sus ambiciones y propósitos de control, con uso desmedido de los resortes del poder.

Entonces, no aparecen los sectores responsables para sacar la cara por el país en los conclaves internacionales, y frente a representantes mucho mejor preparados, los dominicanos sin la capacidad ni el ingenio de defender gallardamente el nombre del país, aceptan esas acusaciones donde la acusación de ser unos fomentadores de la desnacionalización para que los seres que llegados ilegalmente de occidente se consideran que se les debe considerar como nacionales dominicanos.

De todas maneras se las ingenian, y más ahora con las nuevas leyes migratorias, que procura ordenar el desorden que por décadas existía en ese trasiego humano imparable y buscar la nacionalidad, a sabiendas que continúan siendo haitianos, ya que su Constitución establece que la condición de haitianos no se pierde jamás, aun cuando hayan jurado por otras nacionalidades.

Nuestro orgullo dominicano se ha visto pisoteado últimamente, después de la sentencia 168-13, en diversos cónclaves internacionales, en donde se presiona al país para recibir a todos los haitianos que quieran emigrar hacia oriente, mientras las fronteras de los demás países se cierra a una inmigración indeseable, no por el color sino por ser ignorantes, malos hábitos de higiene y carentes de todo tipo de relaciones humanas para la convivencia en comunidad. Y las fuerzas de esas deficiencias se hizo notar en el incidente del barrio 27 de Febrero del pasado día 20, advirtiendo a los dominicanos lo que nos puede esperar en futuro cercano.

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