El renacer de “Cuadernos de poética”

El renacer de “Cuadernos de poética”

En la revista de Céspedes comenzó un cuestionamiento sin cuartel al positivismo y su pretensión cientificista en la historia, que nos permite analizar el estancamiento de las ideas literarias bajo la dictadura de Trujillo.

Aparecieron en el siglo XX dominicano las revistas literarias que pueden ser vistas como la prueba inequívoca de una ciudad letrada pujante. Las revistas dominicanas fueron muchas y de indudable valor. Mencionaré algunas: “Letras”, en la que escribía desde Venezuela José Ramón López y daba cuenta de todo lo bueno que se publicaba en el país sureño. “Artes y ciencias”, en la que dejó Hostos una premonición sobre el futuro de Puerto Rico, que había cambiado de soberanía en 1898; “La cuna de América”, hija del liberalismo de los Henríquez Ureña, mantuvo vivas las ideas pedagógicas del hostosianismo; en ella colaboró García Godoy con sus ideas nacionalistas y dominicanistas; “Bahoruco”, fue la revista de Blanco Fombona en la que Juan Bosch publicó sus primeros cuentos.
“El día estético” aparece como un periódico literario, pero puede muy bien colocarse en esta lista, por ser vocero del movimiento poético Postumismo que animaron Moreno Jimenes y Andrés Avelino. La hasta ahora mejor valorada revista literaria es la “Revista de la Poesía Sorprendida”, que iniciaron Franklin Mieses Burgos y Alberto Baeza Flores. Fue, como las revistas del treinta, una apertura al arte nacional y universal. Con la presencia de la emigración española, tuvo colaboradores de grandes vuelos y zanjó la lucha definitiva por una poesía dominicana (Eugenio García Cuevas la ha estudiado).
“Cuadernos Dominicanos de Cultura” tuvo una extensa vida y su contenido fue muy variado. Dirigida por Tomás Hernández Franco y Héctor Inchaustegui Cabral, demanda un estudio que muestre los alcances de la intelectualidad dominicana cuando Trujillo ocupó la ciudad. Luego de la caída del dictador tuvimos otras revistas literarias de estimable valor: “Testimonio”, muy cercana a los poetas del 48, fue vocera de este grupo de jóvenes que comenzaron a escribir bajo la Era que en cierto sentido eran la generación emergente.
Las universidades tuvieron distintas revistas como “Brigadas Dominicanas”, de Aída Cartagena Portalatín; mientras que “Scriptura”, junto con los “Anales”, parece ser el último esfuerzo estimable en la Universidad del Estado. Sin embargo, de acuerdo con mis conocimientos, la más valiosa, fue “Eme-Eme, Estudios Dominicanos”, de la Universidad Católica Madre y Maestra, una de sus figuras más importantes fue el historiador Frank Moya Pons.
En la década de 1980, el doctor Diógenes Céspedes, quien había retornado de Francia donde estudió en los seminarios de Henri Meschonnic y A. J. Greimas, trajo al país nuevas ideas literarias que vinieron a realizar una ruptura en la manera de leer el texto literario dominado por la historia, la presencia del autor, la obra y una cierta influencia de la filología románica. Las discusiones literarias en Francia eran el afianzamiento de la lingüística como disciplina que daba un modelo metodológico al estudio de los textos. El formalismo ruso que se inicia con el Círculo Lingüístico de Moscú y pasa por Praga, llega y se difunde desde Francia conformando el estructuralismo francés y la semiótica.
Dentro de estos cambios en la manera de abordar el texto literario nace “Cuadernos de Poética”. Una publicación que alcanzó 28 números gracias al tesón y el rigor del doctor Céspedes. Él, junto a un pequeño grupo de colaboradores, publicó una revista de teoría y difusión de la literatura de prestigio internacional como se puede notar en la presentación de su junta de colaboradores (algunos nombres ejemplifican esta afirmación: Henri Meschonnic, Noé Jitrik, Saúl Yurkievich, Georgina Sabat de Rivers, Pedro Vergés, entre otros).
La colección de textos publicados en “Cuadernos de Poética” es de estimable valor. Textos que, en algún momento, habrán de ser estudiados para establecer las rupturas y afirmaciones del pensamiento dominicano en el último cuarto del siglo veinte. De manera general, pongo algunas ideas: en la revista de Céspedes comenzó un cuestionamiento sin cuartel al positivismo y su pretensión cientificista en la historia, que nos permite analizar el estancamiento de las ideas literarias bajo la dictadura de Trujillo; se inició el estudio del arielismo y el rodosianismo en nuestra cultura, las ideas sociales y políticas en las primeras décadas del siglo XX; se instituyó el estudio poético con un método que integra una teoría del sujeto, del poder y de la historia, la visión de una lingüística basada en el discurso, elemento sumamente innovador en nuestra cultura-literatura. Así como el estudio irreverente de poetas consagrados por el decir popular, como Pedro Mir, Moreno Jimenes, Franklin Mieses Burgos; las ideas de vanguardia fueron analizadas de acuerdo con un método más dialéctico.
Muy temprano en el Caribe, “Cuadernos de Poética” fue la primera revista en hacer una crítica al marxismo y su pretensión de aplicar el materialismo histórico al terreno del arte. También, pone de manifiesto el debate sobre el fin de la historia; como el de la relación de historia y literatura (que en Puerto Rico aparecerá un lustro después). En esta publicación también aparece la crítica muy bien plantada a los fulgores del posmodernismo naciente. Esta moda heteróclita fue una respuesta crítica muy blanda al poder.
El número 29 de “Cuadernos de Poética”, que inicia su segunda época, se publica un conjunto de ensayos de Henri Meschonnic, uno de sus más emblemáticos colaboradores, sobre la relación de la historia y la literatura y del lenguaje y el poder. La presentación de una crítica en la que la teoría de lenguaje, poder, sujeto e historia se encuentran relacionadas de forma muy especial. Además, integra nuevas traducciones del francés de la obra de Meschonnic. También, un pertinente ensayo de Diógenes Céspedes sobre la historiografía dominicana que introduce así: “Como una hipótesis general de trabajo que no demostraré “a priori”, asumo que el discurso de algunos historiadores dominicanos acerca de nuestra sociedad es un discurso de la razón, la verdad y la ciencia. Entonces, menos que demostrar esa presuposición, resulta más estratégico, políticamente, situar las ideologías historicistas, racionalistas y positivistas que patrocinan los discursos de nuestros historiadores desde varias orientaciones”.
Guillermo Piña Contreras colabora con un enjundioso estudio sobre la familia Henríquez-Ureña y la formación de Pedro Henríquez Ureña. Fundamental para conocer la ciudad letrada que fundaron a caballo entre el siglo XIX y el XX. Afirma Piña-Contreras: “La conducta de Henríquez Ureña, en todos los órdenes de la vida, había sido trazada por sus padres desde su infancia en Santo Domingo. Ellos, a su vez, habían sido propagadores de las ideas positivistas del maestro puertorriqueño Eugenio María de Hostos. El positivismo hostosiano trataba de hacer hombres cabales, sin que la frontera entre la vida pública y privada fuera perceptible, poniendo particular empeño en la moral”.
Un importante ensayo de Andrés Merejo, sobre la privacidad en el ciberespacio y la conformación de un sujeto cibernético como lo ha trabajado en su reciente libro “La dominicanidad transida” (2017). Concluye Merejo que “En el cibermundo la privacidad no existe, exceptuando la más recóndita, que tiene que ver con la propia existencia del sujeto, en cuanto a que le desmigajaría su propio yo, dejando de ser sujeto”.
Finalmente, “Cuadernos de Poética” cuenta con la colaboración del pintor puertorriqueño Antonio Cortés, quien aporta las ilustraciones y obras de portada que presentan el tema del emigrante. En fin, la publicación del número veintinueve de esta revista es un paso firme para el renacer de una revista teórica y de divulgación que irrumpió con fuerza en la historia de las publicaciones periódicas en la República Dominicana.

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