“Mis hijos son un complemento de vida”

“Mis hijos son un    complemento de  vida”

Érika nos cuenta que gracias a Dios primero, y luego a su firmeza y capacidad de entender a sus hijos, teniendo muchas veces que ponerse en los zapatos de ellos, ha podido sacarlos adelante sola.
Ya los dos hijos mayores están en la universidad y trabajan, pero siguen dependiendo de ella.
Los de edades intermedias estudian en diferentes politécnicos, y los más pequeños, en escuelas básicas.
Nos cuenta que: “Cuando empecé con mi papel de madre soltera, a los 20 años, no fue nada fácil, con tres hijos con diferencias de edad de apenas un año, tuve que trabajar duro, en casas de familia durante el día, pero siempre me la ingeniaba para estar con ellos por las noches”.
“Llegué a trabajar en escuelas, pero no como profesora titular, porque aunque me inscribí en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) a estudiar Educación Inicial no la concluí, solo llegué al quinto semestre, por eso en ocasiones me vi obligada a volver a trabajar en casas de familia para conseguir el sustento de mis hijos”.
En un momento de esta entrevista sus ojos se humedecen, su voz se entrecorta, baja la cabeza y nos dice: “No ha sido fácil, pero los hijos son una dicha, una bendición, ¿cuántas mujeres no hay por ahí deseando tener esa dicha y Dios no se la ha concedido? He recibido muchas críticas por la cantidad de hijos que tengo, pero yo estoy orgullosa y agradecida de ellos.
“Tener hijos, y más la cantidad que yo tengo, no es fácil, y más para una mujer sola, pero siempre he tenido claro que los hijos son un complemento en la vida de una mujer”.
Érika es una mujer de armas tomar, de decisiones contundentes. Nos contó que además de su sueño de volver a la universidad a concluir su licenciatura en Educación Inicial, la que dice que le gusta por vocación, también le apasionan los trabajos comunitarios, sociales y se involucra en la política. De hecho, actualmente es la secretaria de la Junta de Vecinos del sector de La Agustinita en donde reside.
Hijos. La califican como una guerrera que los ha sacado adelante a pesar de las limitaciones. “La quiero hasta el cielo”, dice Érick, el “bebo”, el más pequeño.

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