El Soberano, después de la tormenta

El Soberano, después de la tormenta

Acroarte debe tener conciencia del valor de lo alcanzado con el ceremonial más importante del arte nacional y evitar las veredas envenenadas de las diatribas, los pequeños enfrentamientos pre-comiciales o  el festín equívoco de los egos insaciables y el amor de cada quien por sí mismo.

Preguntarse, a casi una semana de los hechos consumados, tras todo lo dicho y proclamado, sí  el Soberano fue, cómo ceremonial y premiación, un éxito o  un   fracaso, sería un reduccionismo simplista, indigno  de un análisis serio. ¿Qué ocurrió realmente? ¿Fueron justos o injustos los premios, vistos caso por caso?

Lo que se ha generado en torno a los resultados del Soberano es altamente positivo y  ofrece la oportunidad para evaluar  para rectificar desvíos y entuertos y de revisar, la validez, la justicia  y el brillo, del ceremonial, o el equívoco fracaso de sus veredictos, parcial o totalmente. ¿Cómo fue el veredicto, para cada uno de los renglones?

No es la primera vez , ni ha de ser la última, que desde el día siguiente de la noche de los Premios Soberano, que monta la Asociación de Cronistas de Arte de RD con el patrocinio de Cervecería Nacional Dominicana y el co-patrocinio de Claro, lleguen quejas,  razonables o no razonables,  denuncias y conflictos, cuyo tono recorre desde lo personal, lo pasional y subjetivo y lo profesional, pero entre cuyas fisuras suele colarse también un peso de razón y una entrega de racionalidad a los que se debe poner caso. Por lo demás el panorama se completa con gritos, ofensas y quejas provenientes de los artistas, aún no saben perder.

No debería sorprender a nadie, porque el ritual sigue siendo el mismo y a parecer, ya es inevitable y consustancial al galardón, que sigue siendo el más importante premio al talento nacional,  en la medida en que también resulta una cruda competencia de egos y  una  medición anual  de trayectorias, respecto de las cuales el universo  de quejas, acusaciones, siempre se hace presente. Con razón o sin ella, sus tiempos  conflicto siempre dejan lecciones y experiencias, aprovechables para enmendar lo irrealizado.

El Soberano no puede ser evaluado como una entidad única, dado está integrado por tres dimensiones claramente diferenciadas: alfombra roja, producción y premiación.

La roja pasarela

La Alfombra, que tuvo como responsable de su producción a José Enrique Pintor, pasa la prueba por su diseño, los recursos de cámara, iluminación y talentos, para enmarcar el desfile de quienes estaban nominados, entre quienes la vestimenta recorría un trayecto de lo sublime y sensual, a lo claramente fuera de lugar  y huérfano del sentido de la elegancia esperado.

La alfombra, en tanto producción de televisión, pasa bien  la prueba, evitó baches, tuvo un elegante dinamismo de producción y permitió la exhibicionista, superficial y a veces ofensiva  exposición de telares y diseños, carísimos y demandantes de recursos dignos de un mejor destino.

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