El tentador período de la transición

El tentador período de la transición

Los 90 días que transcurren, entre las elecciones generales y la juramentación de los funcionarios electos, se ha convertido en un tentador período para hacer las más diversas travesuras en contra de los recursos del Estado.
Y esas travesuras atacan de lleno los fondos generales del Estado y de los municipios. Esos fondos son codiciados por los incumbentes, tanto los salientes y los que se quedan, para aprovecharse del período de transición que suponen de escasa supervisión contable y de auditoría. Y con poco interés de hacer cumplir la ley y mostrar responsabilidad en sus actuaciones, si es que pretenden seguir gravitando en la política criolla.
Y con tantas pensiones que se auto adjudican, aumentos en los salarios ilegales de los regidores, traspaso de propiedades y el sueldo de los alcaldes, se contribuye a que esos políticos se desnuden en sus ambiciones desmedidas ante el país.
Pareciera que no hay gobierno en el país que se respete. Entonces todos los funcionarios por debajo de la jerarquía superior pueden hacer y deshacer a su antojo. Y esto ocurre a ojos vistas con el repudio generalizado de la opinión pública, tanto cuando se es parte del poder legislativo como de los estamentos municipales, a cuenta que son independientes e inalcanzables por el Poder Ejecutivo.
La opinión pública observa que ninguna fuente del gobierno se pronuncia públicamente para detener esa hemorragia de latrocinios en contra de las arcas oficiales. Todo queda sumergido en las mismas rutinas del pasado. Todo archivado, y el amplio desorden, se acepta como parte de la ración del boa.
Tales latrocinios se permiten a nombre de la transición y de los compromisos políticos que se concertaron previos a las elecciones de mayo. Todo para asegurar apoyos de grupos minúsculos pero muy ruidosos y con ciertas libertades para malgastar los recursos que pertenecen a la ciudadanía. Y esos apoyos, típicos de nuestra clase política, es en base a dejarlos hacer a su antojo al frente de entidades públicas que ni siquiera pueden cubrir sus compromisos más serios para sus operaciones.
Nos ufanamos de que vivimos en un país que ya salió de la categoría del Tercer Mundo. Sin embargo, las acciones y costumbres de la clase política permanecen sumergidas en los oscuros tiempos de la montonera y de los alzamientos en las lomas. Eran los levantamientos cuando el auto nombrado general guerrillero se le volteaba al gobierno de turno cuando no los complacía a plenitud sus pretensiones y aspiraciones de pegarse para beneficiarse del mermado tesoro público.
Los tiempos cambian. Ahora en el siglo XXI el pataleo de los políticos y hasta de militares con la mentalidad troglodita, que ya casi no aparecen, no es con fusiles o cañones. Ahora se ha cambiado por el uso excesivo de la palabra escrita y oral. Es la época del uso intensivo de los medios modernos de comunicación.
Los políticos de ahora, si ven una cámara de televisión o de alguien tomando notas, se inquietan y se les dispara el seguro verbal para comenzar a ofrecer sus consideraciones de cualquier tema que esté en el tapete. Utilizan intensivamente las redes sociales, aun cuando vivan en los pueblos mas alejados de la capital. Saben que sus opiniones llegan al instante de ser emitidas por sus bocas sabrosas de políticos demagogos y perturbadores.
Y ahora, en la larga y desesperante transición de los tres meses, existe entre los funcionarios reelectos y de los que salen un sentimiento de que se puede abusar del período. Ellos viven tramando las más variadas travesuras que siempre es para el asalto a los mermados recursos de los presupuestos municipales, legislativos y hasta nacionales con tal apaciguar sus apetencias.
Es el tiempo que los políticos derrotados consideran que se deben prepararse para los futuros eventos electorales. Por tanto se debe tener a mano su grupo de simpatizantes que siempre esperan del boroneo presupuestario de los políticos. Es una ración, del dirigente con ínfulas de líder, que se las concede a sus seguidores que saben pasarán cuatro años soplando aire. Era lo que ocurría con los perredeístas, que después de 12 años lejos de la generosa ubre presupuestaria del Estado, consideran que ha llegado el fin de su agonía al unirse a los invencibles peledeístas que le concedieron una migajas a su otrora poderoso hermano perredeista. Estos, en agonizante estado, esperan la llegada del 16 de agosto para ver cual será la compensación de su sacrificio.

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