El testigo y la luz

El testigo y la luz

El evangelista Juan (1, 1- 18) lo presenta así: “No era él la luz, sino testigo de la luz”. Los cristianos haríamos mal, si nuestro esfuerzo se encaminase a que todas las cámaras y micrófonos se enfocasen en nosotros. Nuestra tarea, al igual que Juan el Bautista, es “dar testimonio de la luz” para que por nosotros “todos vengan a la fe”.

Prediquemos sobre Dios con parquedad. Evitemos adoptar aires de “especialistas” de Dios, como si viniésemos de un desayuno con el Altísimo. El evangelio de Juan nos alecciona: “A Dios nadie lo ha visto jamás”. Que nuestra prédica esté llena de humildad y respeto por un Dios que nos queda bastante grande. El único que lo ha explicado bien es Jesús.

Nuestro reto no es inventar el sol, sino ayudar a la gente a abrir ventanas. En este mundo complicado “la luz brilla en las tinieblas”. Hoy como ayer, sigue siendo verdad que “la tiniebla no ha recibido la luz”, que Jesús “vino a los suyos y los suyos no le recibieron”. Pero algunos han creído y han llegado a ser “hijos de Dios”, es decir, la vida que bulle en ellos, no es simplemente una vida humana, sino una vida que viene de Dios y va hacia Dios.

En estos primeros días del año, nos toca renovar nuestra fe en todo lo humano. Aunque tengamos problemas, “el Hijo ha acampado entre nosotros”. Entre los caminantes de esta vida llena mentiras, amenazas, desafíos y oportunidades, camina Jesús de Nazaret.

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