El uso histórico del término “nihilismo”

El uso histórico del término “nihilismo”

POR LUIS O. BREA FRANCO
En apariencia, el primer uso histórico del término “nihilista” se refiere a un escrito del pensador alemán, F. H. Jacobi, quien al leer la obra “Fundamento de la teoría de la ciencia”, publicada en 1794, por Johann Gottlieb Fichte -principal continuador del camino de pensamiento que abrió Kant con sus famosas críticas, quien elabora el método del idealismo trascendental- intenta refutarla, debido a las múltiples referencias que contenía el texto a la idea de la “nada”.

 Jacobi procedió entonces, a escribir una carta filosófica pública a Fichte, exponiéndole sus impresiones y una posible refutación de sus doctrinas. En cuyo texto afirma: “Verdaderamente, mi querido Fichte, no me disgustaría si Ud., o quien fuera, quisiera llamar “quimerismo” a aquello que opongo al idealismo, al que tachó como “nihilismo”.

El término “nihilismo” durante el siglo XIX, tuvo un uso desconcertante. No fue por una simple casualidad que su utilización se difundió entre determinadas categorías de personas que experimentaron en carne propia la crisis histórica de donde surge la desazón existencial que dio origen al romanticismo y a su visión irracionalista del mundo: los novelistas rusos, los filósofos idealistas alemanes y los desilusionados ensayistas franceses de la primera mitad del siglo XIX.

Los escritores abarcados en las indicadas categorías, encontraron en esta palabra una manera de expresar, mediante una referencia directa, las múltiples ilusiones perdidas vividas en un tiempo en extremo convulsionado. En un primer momento, la palabra se utilizó para expresar la aparente nulidad y finitud de la existencia frente a la infinitud del universo o para señalar el silencio del cosmos ante la necesidad humana de obtener respuestas significativas que fuesen capaces de reorientarlo ante la desconcertante presencia del dolor y la muerte.

El término asumió, entonces, una connotación indefinida que permitía expresar de modo impreciso la melancolía, la inseguridad y el pesimismo que reinaba en una época marcada por el cambio abrupto y la masificación, y permitía justificar toda concepción trágica o decadente de la vida derivada de la mentalidad romántica.

El movimiento romántico, para muchos, introduce en la sensibilidad europea la sensación de que el mundo está totalmente perdido y que no merece la pena ocuparse de éste caos que en sí no tiene algún sentido o positividad. Aparece así la sensación de que el todo del mundo lo único que inspira es una especie de nausea universal, que contribuye a destilar en los espíritus de los jóvenes una especie malsana de pesimismo cósmico.

Paul Bourget, ensayista y novelista francés, muy de moda en los últimos decenios del siglo XIX, intentaba presentar algunos de los síntomas que conducían al nihilismo, resaltando el fenómeno como el mal del siglo, que se manifestaba como una “mortal fatiga de vivir, como una melancólica percepción de la vanidad de todo esfuerzo, como la presencia de un oscuro sentimiento que encuentra inútil y vano todo para qué”.

El siglo XIX, dominado por el cientificismo y el espíritu de clasificación derivado de éste, constituye el momento en que comienza el dominio del nihilismo, y el origen de esta palabra lo atribuiría el novelista y periodista francés, Guy de Maupassant, en un artículo publicado en 1880, al escritor ruso Iván Turguéniev, a quien identifica como “el inventor de la palabra nihilismo”.

La hipótesis del origen ruso del término y de la idea del nihilismo, la defenderá posteriormente Albert Camus, en su excelente ensayo “L´homme révolté”. Sin embargo, Camus descubre el nacimiento de esta corriente en la experiencia de una crisis metafísica que testimonia Iván Karamásov cuando afirma: “Si Dios no existe, todo está permitido”. Camus entiende que con la aparición de personas que perciben la quiebra de los valores fundamentales en sus vidas, de manera que consideran que: “todo está permitido”, es cuando comienza, en verdad, la historia del nihilismo.

Empero, si consideramos la hipótesis algo novelesca y, sin duda, polémica e irónica, de Maupassant, como válida, entonces el nihilismo, como escuela de negación absoluta –como aparece en Turguéniev en la figura de Bazárov- consistiría en una voluntad de refutar, de negar, todo cuanto existe “en cuando el mundo estaría ya demasiado decrépito para prolongar la agonía de ésta civilización decadente”.

Herzen, con su consabida lucidez, escribiría en 1869, en su revista “La campana”: “El término “nihilismo” se ha constituido entre nosotros [los rusos] en una palabra de jerga; han sido enemigos del movimiento radical y realista, en Rusia, quienes la han hecho avanzar. La palabra ha permanecido. No hay que buscar, en absoluto, una definición del significado del término en su etimología”.

Nietzsche, alrededor de 1883, escribía, que tenía en muy poca consideración a los “nihilistas rusos”, específicamente se refería: “a los que actúan según el modelo de San Petersburgo”. A éstos los designa como “nihilistas místicos”, que ejercen una especie de misticismo sin Dios y los describe como: “creyentes sin fe, mas respetuosos en extremo de la Ley; son negadores del pasado, más practican una nostalgia del futuro”; son “creyentes en la incredulidad, fanáticos capaces del martirologio”. Algunos años más tarde, cuando lee la novela de Dostoievski, “Besi” –Demonios- se da cuenta de que lo que intuyó al respecto era totalmente cierto, tal sería el cliché del nihilista ruso a partir de los años 1880.

La historia de la aparición del nihilismo en el siglo XIX aún está por escribirse. Aquí recojo, de manera parcial, algunos casos referidos a algunos escritores destacados que expresaron posiciones explícitamente mediante la utilización del término o que intentaron elaborar alguna nueva definición de su significado.

Como ejemplo nos podríamos referir a Louis-Sébastien Mercier, que fue un prolífero escritor político conservador francés, de origen pequeño burgués. En 1801, publica un libro titulado: “Neología o vocabulario de las palabras nuevas”, en el que registra el término “nihilismo” como la característica que contra distingue “la nihilidad de un malvado”, esto es, “de quien no tiene ni sindéresis, ni espíritu, ni probidad, ni saber”. Indica que el término permite definir negativamente a un sujeto mediante la presentación de los atributos de que carece.

Mercier, también señala que un “nihilista o nadista –“rieniste”- no cree, ni se interesa en nada”. Indica que la causa de la aparición de esta categoría de personas hay que buscarla en la proliferación de la mala y negativa filosofía que se puede encontrar en el Diccionario Enciclopédico de los Ilustrados. La meta de estos individuos nihilista es pura y simple: “ganar a otros para que pasen a engrosar las filas de este movimiento negativo”.

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