De manera reiterada se observa a prestigiosos y reconocidos académicos y profesionales de distintas áreas del conocimiento expresar a través de diferentes medios sus observaciones, sus análisis, sus teorías, sus puntos de vista y sus temores acerca de las oportunidades y amenazas latentes en el macroentorno actual.
La mayoría de ellos coincide en afirmar que son muchos los desafíos a los que se enfrenta y enfrentará el mundo de hoy y de mañana. Desde esta perspectiva, los países, las empresas e instituciones requerirán la presencia y acompañamiento de un liderazgo con muy buena inteligencia emocional, social, espiritual y cognitiva, que le permitan poner los cambios multidimensionales al servicio de la humanidad.
Sin lugar a dudas, las macrotendencias están cambiando la forma de: pensar y vivir la identidad, decidir, producir, mercadear, vincularse, liderar, comunicarse, abordar los conflictos, trabajar, adquirir competencias y habilidades, administrar el poder, asumir los estilos de convivencia familiar, expresar las emociones, gestionar las organizaciones, etcéteras, etcéteras.
En fin, todo ha cambiado. Ante un panorama con características como las descritas, los mercados y los climas laborales lo que menos necesitan son personas con actitudes masoquistas.
Los líderes de empresas e instituciones que no entiendan y reaccionen con inteligencia a la magnitud y al impacto de los eminentes cambios que se pronostican en el curso de la llamada cuarta revolución industrial, solo serán víctimas sorprendidas, llenas de miedo, lamentos e incertidumbre fuera de tiempo reactivos como consecuencia de los impactos de una ola de cambios sin precedentes en la historia de la humanidad.
Para lograr que los cambios presentes y futuros sirvan al interés común, será necesario un liderazgo revolucionario importante.