La reputación positiva es la opinión, el reconocimiento, la valoración y prestigio que tienen y expresan, de manera espontánea, los ciudadanos, en torno a la manera de pensar, decidir, actuar y de hablar que caracteriza a las empresas, a las instituciones, a las marcas y a las personas.
La buena reputación no se obtiene falseando la verdad y fingiendo que se hace lo correcto. Hacer y explicar las cosas bien, con ética y transparencia, son las vías más pertinentes para gestionar la reputación sostenible. Vivir de la apariencia pretendiendo con ello quedar bien, es una actitud deshonesta, irresponsable y adversa a la reputación positiva.
En el contexto competitivo actual, la reputación positiva es un activo intangible, el cual no se construye con comunicación de posverdad. Hoy, construir y mantener una reputación creíble es una tarea que lleva años y requiere coherencia y consistencia en lo que piensan, deciden, hacen y dicen las empresas, las instituciones, las marcas y las personas. En estos tiempos en lo que todo se sabe y se dice, gracias al internet y al libre acceso a las redes sociales, la reputación es mucho más que bulto, allante y movimiento.
Lograr ser admirado, reconocido y respetado en cualquier momento, lugar y circunstancia es una tarea que solo se logra manteniendo coherencia entre el ser y el parecer.
La buena reputación no se construye con malas prácticas, ni mucho menos fingiendo y aparentando ser lo que no se es. La reputación positiva se obtiene actuando bien y haciendo lo justo siempre. Parecería que una de las tendencias del presente siglo consiste en dar más importancia al parecer que al ser. La mayoría de los que actualmente lideran empresas, compañías, marcas e instituciones políticas y sociales saben que los ciudadanos provienen de una sociedad caracterizada por lo superficial.