El valor del amor al prójimo

El valor del amor al prójimo

Es imposible que el hombre le manifieste una gran expresión de devoción y de complacencia espiritual a Dios sin tener en cuenta una relación sana y de amor hacia el prójimo.

Cuando un maestro de la ley judía le preguntó a Jesús sobre cuál era el gran mandamiento de entre todos los que Moisés había enseñado, el Señor le indicó que debía amar a Dios sobre todas las cosas y a su semejante como así mismo (Mateo 22:37).

En una palabra, una buena relación con Dios manda obligatoriamente una buena relación con el hombre. Es imposible que se dé una sin la otra.

Cristo enseñó que si alguien al llegar al altar del templo para rendir culto allí su conciencia le acordare que tiene algo contra su hermano, sencillamente debe dejar la ofrenda en ese lugar para ir a hacer la paz. Solo así la adoración tiene valor ante los ojos del Creador.

Es una pura hipocresía y  pérdida de tiempo llegar a la casa de Dios a orar, rezar, predicar u ofrendar mientras se comete maltrato, explotación, abuso, humillación, estafa, y toda clase de maldad contra nuestro semejante.

Una religión o fe así no vale muchas cosas. Lamentablemente este es un valor que la sociedad materialista, egoísta y ambiciosa de hoy ha tirado al rodar y en casi todas las esferas, incluyendo la misma religión.

El amor que Dios exige es uno sin frontera, sin discriminación y lleno de sinceridad.

Jesús dijo: “Así que ahora les doy un nuevo mandamiento: ámense unos a otros. Tal como yo los he amado, ustedes deben amarse unos a otros. El amor que tengan unos por otros será la prueba ante el mundo de que son mis discípulos” (Juan 13:34-35).

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