Embarazo precoz

Embarazo precoz

Al ingresar al mundo de la lectura poética resulta de gran utilidad auxiliarse de alguien que ilumine la ruta crítica del neófito caminante. Pudiera remontarse al pasado siglo XX y arbitrariamente escoger a don Antonio Machado y a Miguel Hernández de nuestra metrópolis española, siguiendo con Rubén Darío y Pablo Neruda de la América descubierta, aterrizando con las alas del poeta nacional don Pedro Mir.

Alzaríamos la copa para saborear los Proverbios y Cantares del añejado vino de Machado que nos dicen: “Nuestras horas son minutos/ cuando esperamos saber,/ y siglos cuando sabemos/ lo que se puede aprender… Ojos que a la luz se abrieron/ un día para, después,/ ciegos tornar a la tierra, / hartos de mirar sin ver…/ Caminante, son tus huellas/ el camino, y nada más,/ caminante, no hay camino,/ se hace camino al andar”.

Extensa, pero necesaria introducción, antes de penetrar en las entrañas de ese mar tenebroso, cargado de peligro para esos juveniles y ciegos corazones, guiados solo por las placenteras emociones de una líbido estrogénica.

Esa colegiala transita llena de sueños e ilusiones; sus ojos miran un ficticio universo virtual en el que todo es dulce y nada amargo, sano y sin riesgo de enfermarse, rico aunque cargado de pobreza; también lleno de fantasías, pero vacío de realidades tangibles. Ella, presa de un incontenible deseo ciego, concluye en una disfrazada cuna, nido de una sorpresiva preñez. Nuestra imberbe adolescente, en apenas nueve meses, y por la magia del gusto irracional, se habrá convertido en una madre, sin que previamente haya recibido la indispensable educación para asumir ese divino e importante rol.

Desconoce la jovencita encinta, los riesgos a que expone su vida y la del nuevo ser que alberga en su vientre. A su inocente vástago le anunciaría Miguel Hernández: “Nace, como la herramienta,/ a los golpes destinado,/ de una tierra descontenta/ y un insatisfecho arado”. Rubén Darío prestará estos versos: “Las hadas decían cosas/ en la cuna/ de las princesas antiguas:/ que si iban a ser dichosas,/ o bellas como la luna,/ o frases raras y ambiguas”.

Desde el Chile salitrero Pablo Neruda anuncia: “Pasa una noche lenta/ pasa un solo minuto y todo cambia./ Se llena de transparencia la copa de la vida./ El trabajo espacioso nos espera./ De un solo golpe nacen las palomas./ Se establece la luz sobre la tierra”. Completaría tu estancia en el lecho de parturienta el poeta de la patria don Pedro Mir quien recitaría: “Y las mujeres de espera/ y los jóvenes de amor./ Como si el mundo no fuera/ hoy tu apoyo y tu vigor. / Del ecuador hasta el polo/ hoy todos luchan por ti/ Te acosa el hambre y el dolo./ Solo que tú no estás solo/ !Dominí, no estás tan solo,/ no estás solo, Dominí”. ¿Por qué no esperaste, hermosa y soñadora damisela encantadora, a conocer estas bellas fuentes inspiradoras de vida, antes de lanzarte a una apuesta aventurera, que pusiera en vilo tu seguridad, así como el futuro de ese nuevo ser que sin proponértelo has traído a la tierra?

Publicaciones Relacionadas

Más leídas