Nick Rigillo y Christian Wienberg
Es lo más alejado de una empresa emergente de tecnología que puede haber. La compañía vende lápices por US$2 que pueden enterrarse en el suelo, luego de lo cual brotará una planta. Los ingresos se aprestan a duplicarse este año hasta unos US$1,5 millones.
Entre sus clientes actuales figuran Disney, Ikea y Bank of America, en tanto las nuevas órdenes superan constantemente los presupuestos, por un montón.
Bienvenidos a Sprout, la empresa danesa creada hace dos años, decidida a crecer sin fondos bancarios.
“Podemos continuar duplicando nuestros ingresos por algunos años más”, dice Michael Stausholm, el máximo responsable ejecutivo de Sprout, de 46 años, desde la oficina de la empresa en Taastrup, una ciudad dormitorio en las afueras de Copenhague.
Sin embargo, en 2013 encontrar inversores era difícil. “Todavía estábamos en la cola de la crisis financiera, era imposible para una empresa emergente conseguir financiamiento”, recuerda Stausholm. Por lo tanto, organizó una línea de crédito a largo plazo con proveedores y consiguió que los clientes le pagaran por adelantado.
“Prefiero no tener que depender de los bancos. Durante el primer año y medio no me hablaron de ningún banco”, dijo. “Ahora recibo invitaciones todo el tiempo”.
La experiencia le hizo sentir que los bancos “están cuando uno no los necesita”, dijo.
El acuerdo histórico de la semana pasada sobre el cambio climático en París promete cambiar el panorama para las empresas que ostentan un perfil verde. Varios grandes inversores ya han señalado que quieren intensificar su concentración en activos que preserven el medio ambiente y, apenas este mes, el fondo de riqueza soberana de Noruega –el más grande del mundo- dijo que quiere crecer incursionando en activos de infraestructura de energía renovable.
“Al principio, no le veía a esto ningún aspecto comercial”, dice Stausholm.
“Para mí, era una manera fantástica de demostrarles a mis clientes qué es la sustentabilidad”, agregó.
Stausholm, ex becario de Maersk que pasó 15 años en Indonesia con proveedores que vendían a Armani y Calvin Klein, fundó Sprout después de adquirir los derechos de distribución europeos. En 2014, compró la patente a sus inventores, tres ingenieros del Massachusetts Institute of Technology.
Stausholm dice que se habría contentado con vender de 5.000 a 10.000 lápices en los primeros tres meses. Terminó vendiendo 70.000. “A partir de ahí creció como bola de nieve”.
Muy pronto Sprout estaba recibiendo pedidos de multinacionales europeas y estadounidenses.
Y cuando el gigante energético italiano, ENEL colocó una orden por 400.000 unidades, Stausholm comenzó a hacerse a la idea de que su pequeña empresa emergente tenía más potencial del que había creído.
“Ahora estamos recibiendo consultas por 2,5 millones de lápices Sprout”, manifestó.
La producción de Sprout tiene su base en Minnesota, la República Checa y Polonia. Trabajadores discapacitados, que cobran conforme los precios del mercado, colaboran en el embalaje en Dinamarca.
El máximo responsable ejecutivo dice que la responsabilidad social corporativa está resultando rentable.
ZOOM
Buen equipo
Stausholm se ha rodeado de un equipo ejecutivo de algunas de las empresas más famosas del mundo. Su jefe de actividades comerciales trabajó en Nokia, L’Oreal y Christian Dior, en tanto su máximo responsable financiero también fue responsable de finanzas en Chr. Hansen, la multinacional danesa de biociencia. Ambos negociaron salarios mucho más bajos para trabajar en Sprout debido al potencial que ven en la empresa, dijo el máximo responsable ejecutivo.