¿En el crepúsculo de los partidos tradicionales?

¿En el crepúsculo de los partidos tradicionales?

Mutaciones sociales suelen suceder sin que personas y sociedades perciban sus consecuencias hasta que ocurran zarandeos que los hagan perceptibles. La crisis del PLD y la convención del PRM apuntan hacia el crepúsculo de nuestros partidos tradicionales; cumpliéndose pronósticos formulados, sintonizados con procesos similares observados en Latinoamérica.

El PLD era el único partido que mantenía niveles satisfactorios de preferencias y vigencias.

El primero en aturdirse fue el PRSC; divorciado de sus esencias y acomodando realidades a aspiraciones dirigenciales. La reciente estratagema de su “candidato presidencial”, continuar en cargo gubernamental que renunció, corona falsedades en discursos de “candidatura propia” postulado desde 1/7/2014.

Le sigue el PRD. Sus erróneas decisiones postelectorales 2012, falta de oposición sustancial y tozudez direccional lo dividieron; llegando a situarse en determinados escenarios por debajo del 5%

Ahora el PLD entra en crepúsculo. El otrora partido disciplinado y colegiado, se ensoberbeció hasta hacerse tan vanidoso y prepotente que pregonaban gobernar hasta nuestro bicentenario republicano (2044) para lo cual se consideró fabricante de presidentes aun cuando llegara a “cualquierizar” esta investidura.

Hoy, sufre de bicefalia irreconciliable. Aunque pactaren formalmente, todo apunta a repetir experiencias entre líderes de partidos en el poder que, guardando apariencias, su liderazgo compartido nunca llegó a establecer empatías y sinergias necesarias para que el partido retuviera el poder. Bastaría recordar casos paradigmáticos: Jorge Blanco y Majluta en 1986, Balaguer y Peynado en 1996, Leonel y Danilo en 2000.

Pudiera considerarse excepción a esta regla las elecciones 2012, tan pactada, que dio como resultado una presidencia mediatizada que no ha podido “corregir” lo que estaba mal – p.e. fiscalidad deficitaria- ni ha tenido la libertad de hacer “lo que nunca se ha hecho”.

En medio de estos comportamiento surge el PRM. Organiza una convención satisfactoria y aunque su líder, Hipólito Mejía, no resultó favorecido; al reconocer presta y prontamente al triunfador dio ejemplo de hidalguía que lo honra y consagra como gran conceptualizador en comparación con su archirrival que resiste aceptar su pérdida de liderazgo.

Más allá de si se aprueba o no la reelección, lo cual vindicaría al reformismo y de la eventual repostulación del Presidente Medina; lo importante, en la cuenta ya regresiva para las elecciones 2016, es que resulte triunfador un esquema partidario monolítico y coherente que nos conduzca por rutas de administración disciplinada, justicia, social y redistributiva, como aspira y espera la nación.

Aquí y ahora, los partidos tradicionales no tienen capacidad de satisfacer estas expectativas, entre otras razones, por no percibir que se encuentran dentro del crepúsculo de su existencia, caminando hacia su extinción; salvo que lo reconozcan y actúen en consecuencia.

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