En el Robert Read la muerte hace lo que le da la gana

En el Robert Read la muerte hace lo que le da la gana

La libertad de expresión no vale nada sin la libertad de pensamiento. José Luis Sampedro
En el hospital infantil Robert Read Cabral los especialistas tardan dos y tres semanas para ver los niños, niñas y adolescentes internados que se agravan o mueren sin que, en la mayoría de los casos, se diagnostique la enfermedad que los llevó al centro asistencial.
Esa situación ha convertido el hospital, otrora ejemplo de buenas prácticas médicas y consagrados expertos en las enfermedades infantiles, en un centro de angustia y estupor de madres y padres sin dinero para tratar sus hijos en clínicas donde consultan los mismos doctores que laboran en el Robert Read, pagados con los impuestos ciudadanos.
Madres y padres cuestionan por cuál razón sus hijos reciben una atención médica precaria; cómo es posible que los niños tengan que agravarse para que sea cuando el especialista aparezca y entonces haya que llevarlos a centros privados a hacerles una sonografía, un doppler, una resonancia magnética, una tomografía o salir a buscar sangre porque el hospital carece de medios diagnósticos y prácticamente de todo lo que se requiere en un centro de salud.
¿Qué pasa con los equipos, medicamentos, alimentos y mobiliario que se anuncia, se publica, se cantaletea y se repite que dizque se suministran y se donan al Robert Read Cabral, calificado con supina jactancia como el mejor de la región?
Luis, de 14 años, y José, de 6 años, internados por fiebres entre 39 y 40 grados debieron hacer crisis de muerte antes que un especialista se dignara ir a verlos. Cada día los padres preocupados porque sus niños no presentaban mejoría pedían que los viera un especialista; cada día recibían del Residente de la Sala la misma respuesta: “es que los cultivos no dicen nada”.
Cuando los niños convulsionan y sufren un accidente cerebro-vascular, los padres pierden los estribos, se desesperan, amenazan con denunciar el descuido de la asistencia médica, aparecen los estudiantes y las enfermeras, agarran los niños para resucitarlos. Algunos mueren por la impericia, otros quedan discapacitados. Este instante hay que vivirlo para aquilatar la gravedad del instante en que pende la vida del niño. Movido por la gravedad del momento el residente trata de localizar al especialista, al director u otro médico para comunicarle la situación y, finalmente les dice a los familiares que hay que sacar al niño para hacerle estudios en otros hospitales o clínicas privadas porque los aparatos que se usan para eso están dañados o no los tienen. Para más desgracias, los padres no tienen dinero y logran conseguirlo por la misericordia divina comprometiendo lo poquísimo que poseen y endeudándose, para iniciar otros capítulos de este doloroso drama.
En las últimas tres semanas familiares y amigos de dos niños falsémicos, ingresados con fiebre alta, sufrieron todo lo narrado, finalmente, se determinó que tenían meningitis.
Como bien dicen los padres: si el especialista hubiera visto los niños y escuchado los síntomas que le habrían descrito los padres, lo hubieran orientado para determinar a tiempo la enfermedad y se hubieran recuperado sin haber sido expuestos a morir o sufrir consecuencias permanentes.
El último fin de semana de agosto en el Robert Read la muerte campeó por su fuero: murieron 7 niños y niñas, tres menores y tres adolescentes, los últimos tuvieron complicaciones cardiovascularesque, según personal del mismo hospital y los padres de los fallecidos, estuvieron relacionadas con la falta de las atenciones pertinentes.
Dirigir un hospital exige dedicación, amor a los enfermos y una ética inquebrantable sostenida en la responsabilidad y la disposición de servir. Las precariedades no eximen los médicos de sus obligaciones.
El Gobierno debe asumir el hospital Infantil Robert Read Cabral y, si es necesario, contratar médicos con mística,ética, vocación de servicio y expertos en administración hospitalaria, porque lamentablemente la precariedad del servicio públicoexpone a los pacientes y a la población a lo peor.
Por ello, sanear el Sistema de Salud debe ser una prioridad de primer orden y los y las ciudadanas ser conscientes de que las décadas de precariedad del el servicio sanitario,el afán de lucro, las debilidades institucionales y de gestión hanobnubilado la conciencia de la mayoría de los profesionales y burócratas del sector salud.
El Robert Read Cabral, sin embargo con tales niveles de precariedad que debería declararse en Emergencia y su dirección asumida por el Ministerio de Salud Pública para reorganizarlo, adoptar protocolos y métodos pertinentes y humanizar el tratamiento y el trato de los niños, niñas y adolescentes que van a ese hospital.

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