En la guerra

<SPAN>En la guerra</SPAN>

BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
Como todo proceso social, una guerra es un acontecimiento que tiene reglas impuestas por cada uno de los grupos en pugna. Lo que no cambia, en la guerra o en la paz, es la limpieza de corazón, la pureza de intenciones, el desprendimiento, el valor, la solidaridad, la audacia, la precaución.

Es cierto que la guerra coloca a cada participante frente a sí. Ahí, en ese momento, en ese terreno es cuando se demuestra el compromiso o el oportunismo, la defensa de la Patria o de los intereses, el valor o la cobardía, la bajeza o el respeto a los principios morales.

En ocasiones me pregunto si alguna gente que participó en la Guerra de Abril de 1965 pensó alguna vez que en cualquier momento la Patria se convierte en un arma para reivindicar la independencia, la libertad y la democracia.

Tal parece que muchos andaban tras obtener ganancias no confesadas, por lo que actuaban de manera extraña y falsa ante realidades tan terribles como que los constitucionalistas estábamos entre el fuego enemigo y el mar, acorralados. Eramos una minoría tan mínima, lo que no resta heroísmo, estoicidad, desprendimiento, patriotismo, pero lo cierto es que la mayoría no entendía, tenía miedo y nos dejaron con sólo la minoría conciente de que nuestra lucha era justa, democrática, moral y patriótica.

Mientras en la Zona Constitucionalista combatíamos y nos debatíamos contra el monstruo político y militar de los Estados Unidos, la mayoría del país buscaba normalidad, entenderse con los gringos, que se enterrara la utopía y colocaban las manos detrás para que los esposaran.

Aún hay gente que, aunque tuviera participación destacada en la Guerra de Abril, no se ha dado cuenta de que no nos derrotaron. Que quizá ellos fueron derrotados, pero no la mayoría de los miles de combatientes y constitucionalistas civiles reconocidos que permanecemos vivos.

Los yanquis, con todo su poder, tuvieron que negociar con los constitucionalistas porque de lo contrario tenían que arrasar Santo Domingo como habían hecho los nazis y el general Francisco Franco en España con Guernica.

Los triquiñueleros, títeres de sus débiles convicciones, quienes constantemente necesitan reafirmar su pequeñez disminuyendo a otros, continúan como francotiradores prestos a destruir reputaciones.

Mientras don Antonio Guzmán era Presidente de la República escribí un artículo oponiéndome a la compra de aviones y armamentos porque decía y sostengo que la Patria se defiende con el pecho y que las armas para hacerlo siempre aparecerán, que nadie lo dude.

El papel jugado por Antonio Guzmán, Salvador Jorge Blanco, Aníbal Campagna, Arévalo Cedeño Valdez, Marcelino Vélez Santana, Jottin Cury, Héctor Aristy y Emilio Rodríguez Demorizi, junto al inmenso Francisco Alberto Caamaño Deñó, no puede ser empañado porque uno que otro extranjero diga o no diga.

Los hechos históricos están ahí.

Además otros extranjeros dicen lo contrario.

Ojo con eso.

Respetemos para que nos respeten.

Esto, por ahora.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas