¿En realidad existe la silla perfecta?

¿En realidad existe la silla perfecta?

Según cuenta la historia de Vitra, el arquitecto de interiores Alexander Girard no lograba encontrar la silla adecuada para equipar las habitaciones de Miller House y fue entonces cuando acudió a sus amigos Charles y Ray Eames para dar con la adecuada, de aquel encuentro salió Aluminium Group.
Historias que tienen que ver con el aprendizaje, como es el caso de la silla Tip Ton, de Edward Barber y Jay Osberby, una silla mecedora, diseñada para fomentar un nuevo estilo de aprendizaje.
“Su concepción funcional hace que nos olvidemos de que una silla refleja un momento histórico, y un avance tecnológico o un detalle documental”, explica Anatxu Zabalbeascoa, periodista y experta en arquitectura y diseño, autora del libro “Chairs. Historia de una silla”.
Estilo propio. La obra de Zabalbeascoa realiza un recorrido por piezas emblemáticas del diseño de mobiliario contemporáneo, se pueden contemplar creaciones de Patricia Urquiola, Jasper Morrison, Lievore Altherr Molina o Piergiorgio Cazzaniga, y hace un repaso por lo que denomina: sillas para todos, pasando por la versión francesa o escandinava, o la era del pop.
Pero, ¿prestamos atención en dónde nos sentamos? “Sí, claro. Sobre todo porque si no aciertas en la elección, te duele la espalda, y también por la inversión que supone comprar una silla”, apunta Zabalbeascoa.
La periodista y también historiadora, reconoce que es “raro” comprar una silla sola, “lo normal es que cuando amueblas una casa compres seis”.
Ese es otro momento en el que se presta atención a la silla porque la “inversión se multiplica” y buscamos que haya una “relación con el cuerpo”.

Con valor documental. La historiadora considera que no existe la silla perfecta, “sí, la infinita, la que se va reinventando, porque tiene una doble vertiente: su utilidad como asiento, pero también un valor documental, que resume algunas de las prioridades de muchas culturas y de momentos determinados”.
Pero, además -continua Anatxu Zabalbeascoa- tiene la capacidad “de reflejar ambiciones artísticas, como la silla imperio o la investigación tecnológica o la industrial, como la Thonet, o la primera en madera que se podía doblar de mediados del XIX”.
“Cada silla puede llegar a la excelencia”, de ahí que las que están recogidas en el libro señalan momentos técnicos o históricos que las determinan.
Son las denominadas “ sillas  nodriza”, pioneras en alguno de los ámbitos y que son innovación con el material, como la Cesca, la primera con tubo metálico, o la primera silla apilable, la 40/4, que continúa siendo la más vendida del mercado.
La especialista considera que una silla no puede resumir la historia del diseño ni siquiera buscando una opción como la silla Masters Philippe Stark, que unió la “Serie 7” de Arne Jacobsen; la “Tulip Armchair” de Eero Saarinen; y la “Eiffel Chair” en un diseño “híbrido, un engendro casi cómico, como de broma”, señala la autora del libro.
Silla, elemento de poder y de estatus. “La silla nace para acomodar al hombre, las primeras, las egipcias, tienen un valor simbólico, eran tan valiosas que pasaban a simbolizar un estatus, un poder, una ambición cultural”, indica.
En los años ‘60 del pasado siglo son “más bien butacas”, que documentan la historia vinculada a la revolución hippie, cuando “lo habitual era sentarse en el suelo”.
Anatxu Zabalbeascoa considera que una silla puede decirlo todo de su dueño. “Representa tus valores, si das prioridad a estar más cómodo o a tener una vivienda más funcional. Sillas que son simbólicas o extraordinarias, pero también dicen mucho de quien las diseña y de sus objetivos”.

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