Encuestas, conciliábulos o libre elección

Encuestas, conciliábulos o libre elección

Dentro de los partidos sólo se escucha hablar de candidaturas, de encuestas, de conciliábulos para señalar con un dedo los candidatos preferidos de uno u otro grupo.

El método de encuestas tiene, como todo, sus bemoles. Por ejemplo ¿Quién o quiénes seleccionarán la firma encuestadora? ¿Quién o quiénes escogerán los precandidatos a ser encuestados? ¿Quiénes elaborarán las preguntas que contendrán las encuestas? ¿Estarán presentes los precandidatos a cada posición cuando se formulen las preguntas? ¿Qué seguridad tenemos de que una encuesta cerrada va a ser aplicada correctamente? ¿Quién manejará los datos de la encuesta? ¿Son los precandidatos expertos en los tejemanejes que oculta una pregunta, de las insinuaciones que contienen para favorecer a este o a otro candidato?

El primer primero, dice El Men, es ¿a quién o quiénes debe representar un candidato? A las bases de su partido que serán sus electores. ¿Quién garantiza que los electores de los partidos votarán por las personas que las encuestas dicen que tienen el porcentaje mayor? ¿Por quién votará el porcentaje de electores de los partidos que según las encuestas no obtuvieron la mayoría?

¿Quiénes me garantizan que mil o dos mil personas encuestadas, por ejemplo en Santiago, representan el sentir de los cientos de miles de electores de aquella provincia?

Si sólo son entrevistadas dos o tres mil personas y el padrón de la Junta Central Electoral tiene registradas 200 mil personas en una demarcación ¿cuál es la real opinión de las 198 mil personas no encuestadas? ¿Cuál es la confiabilidad de la selección de candidatos mediante encuestas?

Las encuestas para seleccionar candidatos tienen sus bemoles y son manipulables desde la selección de la firma encuestadora hasta los nombres de los precandidatos a encuestar.

La selección de candidatos por supuestos méritos y trabajos realizados para la organización, es una aberración que sólo practican aquellos pichones dictadores que se arrogan el inexistente derecho a escoger personas como elegibles, por encima de las opiniones y conocimientos que tengan los demás dirigentes y la verdadera base de la organización.

Todo ese embrollo ha sido formado por personas que no creen en el poder popular, en el poder del voto de los electores de a pie, que quieren desconocer la verdadera regla de oro de la democracia: un hombre o mujer, igual a un voto.

Hay un olímpico desprecio por este principio cardinal consagrado en la Constitución de la República, el derecho a elegir y a ser elegido.

La democracia fundada en el poder del dinero desembocará en un gobierno que sólo respetará los derechos de los que tienen algo que perder, contra quienes no tienen para perder ni siquiera la vida.
Hay que permitir el voto libre, voluntario y directo de las bases por sus candidatos.

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