La enfermedad inflamatoria intestinal (EII) agrupa una serie de trastornos de causa desconocida asociados a una respuesta inmune desmesurada que produce lesiones de profundidad y extensión variable en el tubo digestivo, desde la boca hasta el ano.
El término EII abarca un grupo de entidades clínicas que se caracterizan por ser procesos inflamatorios crónicos de causa desconocida, y afectar primordialmente, aunque no de forma exclusiva, el intestino delgado y el colon.
En estos momentos se reconocen varias entidades que se engloban en este concepto: colitis ulcerosa (CU), enfermedad de Crohn (EC), colitis inclasificada (CI), colitis microscópica (CM), y reservoritis. Los síntomas de la enfermedad inflamatoria intestinal se presentan en forma de brotes, que se suceden a lo largo de la vida del paciente en intervalos más o menos largos dependiendo de la gravedad y del tratamiento que esté realizando.
El diagnóstico preciso y precoz es uno de los pilares fundamentales para tratar el conjunto de patologías que engloban la enfermedad inflamatoria intestinal. El primer paso es realizar una historia clínica completa y detallada en la que aparezcan los antecedentes familiares, hábitos de vida (tabaco, bebida, dieta), fármacos recetados y sintomatología experimentada. La historia clínica, los resultados de las pruebas y los síntomas son los que nos sirven de guía a los especialistas en aparato digestivo a la hora de pautar un tratamiento. La medicación en este tipo de enfermedades sirve para tratar los brotes, prevenir su reaparición y, en general, para mejorar la calidad de vida de los pacientes. Algunas de las consecuencias de la enfermedad inflamatoria intestinal son la pérdida de peso, la anemia y la desnutrición, provocadas por la menor ingestión de alimentos (en caso de padecer dolores abdominales), problemas de asimilación de nutrientes y a un mayor gasto calórico debido a que la inflamación es un proceso que consume mucha energía (calorías).
El nuevo régimen alimentario tiene como objetivo prevenir y corregir estos problemas. Por regla general los pacientes deben tener una dieta lo más variada posible, dedicando especial atención a la ingesta adecuada de proteínas, hierro y calcio.
No existen avales científicos que demuestren que los alimentos puedan desencadenar un brote, por lo que de primera intención no se debe dejar de consumir ninguno de ellos. Las recomendaciones van encaminadas según la tolerancia de cada paciente; sin embargo, durante el periodo que dura un brote hay que tener especial cuidado con la ingesta de leche y fibra, pues estos podrían aumentar los síntomas, como diarrea y dolor abdominal, por lo que está recomendado limitar su consumo (dieta astringente).
Frecuencia. La EII es más frecuente en países nórdicos. Existe una discreta diferencia en sexos, siendo la enfermedad de Crohn más frecuente en hombres y la colitis ulcerativa más frecuente en mujeres.
Puede aparecer en cualquier edad, pero la mayor incidencia se alcanza alrededor de los 15 a 30 años, es más frecuente en raza blanca y en judíos y más común en áreas urbanas que rurales, así mismo, es más frecuente en estratos socioeconómicos altos. Por su frecuencia, en esta ocasión haremos referencia a CU y EC: la CU afecta sólo al colon, mientras que la EC puede afectar cualquier segmento desde la boca al ano.