La vida de Enrique Augusto Jimenes Moya en el exterior fue un constante trajinar en busca de acciones que condujeran a la redención de su Patria de la tiranía trujillista y al establecimiento de un régimen de justicia social, esbozados en el Programa Mínimo de Liberación Nacional y el Manifiesto al Pueblo Dominicano, que todavía son materia pendiente.
El historiador, catedrático universitario y genealogista Alfredo Hernández hizo la consideración y reveló datos del mártir del 14 de Junio de 1959 localizados para su libro sobre la familia Moya, “que mantuvo la primacía en La Vega durante más de un siglo”.
Aclaró que el valiente revolucionario, que participó en la frustrada invasión de Cayo Confite en 1947 y luchó también contra la dictadura de Fulgencio Batista en Cuba, no es vegano como consignan varios autores sino que nació en Santo Domingo, hizo justo cien años el pasado 27 de agosto de 1913.
De su existencia en el país no abundan las noticias pues desde su niñez fue llevado a Colombia donde su padre ejercía funciones diplomáticas y después de visitar varios países el combatiente se radicó en Venezuela donde mantuvo contactos con los grupos antitrujillistas.
En algún momento previo, según Hernández, Enrique vino a la República Dominicana, pero luego se fue a pelear junto a Fidel Castro. Tras el triunfo de la Revolución pasó a organizar a los expedicionarios con el apoyo de los gobiernos de Cuba, Venezuela y Costa Rica. A partir de entonces comenzaron sus labores en el exilio para entrenar guerrilleros que le acompañarían en la incursión por Constanza, Maimón y Estero Hondo.
Política en sus venas. “Enrique Jimenes Moya, escasamente valorado en nuestra historia, llevaba en sus venas la actividad política y militar. Por el lado materno era nieto del general, historiador y cartógrafo Casimiro Nemesio de Moya Pimentel, quien inició en La Vega una revolución contra Heureaux en 1886 que se extendió por todo el Cibao”, significa Alfredo Hernández.
Agrega que Casimiro Nemesio, a su vez, era hijo del sacerdote Dionisio Valerio de Moya Portes, “político cabralista como toda la familia Moya”, quien combatió en las batallas de Talanquera y Sabana Larga, pese a que su misión era la de capellán.
Por parte de su padre, añade, era biznieto del ex presidente Juan Isidro Jimenes Pereira, un guerrero incansable desde El Fanita, en 1898, hasta el derrocamiento de Bordas Valdez.
Acota Hernández que el sacerdote y los demás miembros de esta estirpe, “fueron los primeros oligarcas que ejercieron el comercio e invirtieron en industrias en La Vega” y que el cura fue quien inicio la construcción del templo. Según Alfredo Hernández, el clérigo prestaba dinero al Estado, lo mismo que sus hermanos, cuando había que resolver problemas urgentes, para recuperarlo cuando el gobierno de turno les reconociera la deuda.
Refiere que los tíos bisabuelos de Enrique Augusto, Ramón Martín y Casimiro, y el primo de su abuelo, Samuel de Moya, fueron gobernadores de La Vega, cargo que entonces era denominado Jefe Superior y Político Militar.
El padre de “Enriquito”, como llamaban al patriota, fue funcionario del gobierno de Juan Isidro como interventor de la Aduana de Montecristi. También en otras administraciones fue diputado, secretario de Justicia e Instrucción Pública, gobernador y delegado del gobierno en Montecristi, secretario de lo Interior, Ministro Plenipotenciario y Enviado Extraordinario en Washington.
“Era tan cercano a su tío que participó junto a él en la expedición del Fanita en 1898, contra Lilís, y luego encabezó en unión del general Perico Lazala la expedición de 1906 contra el presidente Cáceres”, narra Hernández y pregunta: “¿Qué otra cosa podía esperarse de un hijo suyo frente a un criminal tirano enseñoreado en su Patria?”. La madre de Enrique Augusto era Gloria Moya Cesteros.
Alfredo Hernández cita entre sus descendientes a Gloria Jimenes, hija mayor de Enrique Augusto, quien hasta hace poco residía en Miami. “Éramos cuatro hermanos, la mayor soy yo, que tenía nueve años, y la más pequeña dos, y él, aun así, entregó la vida a la República Dominicana”, manifestó la primogénita.
Otros hijos fueron Enrique y Ana Virginia Jimenes Araújo, la menor. Hernández no aporta el nombre de su madre. Ana Virginia escribió en Internet que la progenitora les contaba que “la última vez que vio a papá en viaje clandestino a Venezuela le rogó que por sus hijos no se fuera y él le respondió: mis hijos son tus hijos, yo voy en busca de la libertad para mi país. Diles que los llevo en el corazón”.
Jimenes Moya fue incorporado al Ejército Rebelde, en Cuba, con rango de teniente y al quedar gravemente herido en el combate de Maffo, se ganó el grado de capitán, anota Emilio Cordero Michel. En marzo de 1959 fue designado comandante en jefe del Ejército de Liberación Dominicana que organizó la expedición de Junio. Encabezó un grupo de soldados que desembarcaron en Constanza.
Todavía, señala Alfredo Hernández, no se han aclarado del todo las circunstancias de su muerte. “Según Anselmo Brache Batista, perdió contacto con el grueso de sus tropas el 16 de junio en el combate de La Guamita. Llegó exhausto junto a su asistente Chepito Patiño a un bohío de Las Auyamas. Prisionero de unos campesinos” y luego de la guardia trujillista “quienes lo mataron cuando se rebeló. Su cadáver fue llevado a San Isidro”.
Avenidas. Jimenes Moya ha merecido la designación con su nombre de un tramo de la avenida Winston Churchill. Al respecto opina Hernández que “al igual que en Santo Domingo, la avenida que se le ha dedicado en La Vega es un pedazo de calle, porque para los dirigentes del cabildo capitalino un extranjero que no hizo nada por el país tiene más méritos que un dominicano, y las principales arterias de la capital están a nombre del entreguismo. Y en La Vega, ese cabildo, para asignar los nombres de las calles lo hace por conveniencias políticas coyunturales, es una vergüenza para todo vegano que se respete”.
Enrique Jimenes Moya, enfatizó, “no es vegano ni capitaleño, es un patrimonio histórico y un símbolo de la lucha liberacionista latinoamericana”.