Entrevista con el presbítero Dr. Ramón Alfredo de la Cruz Baldera

Entrevista con el presbítero Dr. Ramón Alfredo de la Cruz Baldera

Con la tesis doctoral “La educación cristiana en el proceso de Nueva Evangelización de América Latina”, Ramón Alfredo de la Cruz Baldera inició un recorrido fecundo en la educación superior. Formado como filósofo y pedagogo, además de sacerdote, aquí y en Alemania, quien es hoy el rector de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra culminó sus estudios en un país de mayoría protestante.
La primera vez que le escuché hablar en público fue en una misa dominical en el idílico poblado de Villip, Renania del Norte-Westfalia en el año 2000, como corresponsal del Listín Diario. La segunda, en una conferencia magistral dictada recientemente en la Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña como parte del acto conmemorativo de los 500 años de la Reforma de Lutero. Entre el alemán y el castellano, la oratoria religiosa y científica de Ramón Alfredo de la Cruz Baldera cautiva por combinar el rigor investigativo con una palpable empatía con su público. La misma afabilidad, el hablar pausado y la vocación pedagógica que percibí en aquella misa pueblerina han cristalizado hoy en el perfil de quien tal vez sea el único rector en nuestra historia formado en el exigente sistema educativo alemán.
A continuación la entrevista original sobre la impronta excepcional de Ramón Alfredo de la Cruz Baldera como sacerdote francomacorisano oficiando misas en alemán y como doctorado en una universidad alemana, que motivó nuestro primer encuentro hace casi 20 años. Fue tal mi sorpresa al escuchar de otros dominicanos sobre su labor sacerdotal que de inmediato busqué la forma de contactarlo, ahora sé que con resultados impredecibles. Releer mi entusiasta aproximación a su quehacer académico y religioso es una satisfacción profundísima multiplicada hoy por la contundencia tanto de sus logros profesionales como por la lucidez de su visión ecuménica y su insistencia en una educación socialmente responsable.
Ramón Alfredo de la Cruz Baldera recorrió la ruta de quien motivó su vocación, San Ignacio de Loyola, aunque sin proponérselo. Cursaba el sexto de primaria en San Francisco de Macorís cuando lo asaltó la idea de convertirse en algo parecido al fundador de los jesuitas leyendo la historia de la Reforma y la Contrareforma. Lo desanimó otro aspirante a sacerdote aclarándole que jesuita era sinónimo de misión. Para él, muy apegado a su familia de 11 hermanos, la decisión se inclinó por lo sedentario, lo diocesano. Paradójicamente, en sus años de estudiante en una universidad alemana cuidó un rebaño muy diferente al suyo. Poco a poco logró convencer a sus feligreses de que los niños son bienvenidos en la misa. Sus razones no solo relajaron significativamente la rigidez de los presentes dentro y fuera de la iglesia sino que también aún resuenan como un mantra de esperanza en el porvenir: “Déjenlos llorar, si un niño llora dentro de la iglesia se entiende que hay un futuro para ella…”
P. ¿Cuál fue su primera reacción cuando le comunicaron que sería enviado a Alemania?
R. Fue difícil, primeramente pensaba que había desechado la posibilidad de hacerme jesuita para no tener que salir del país, y ahora tendría que hacerlo. Conocía las experiencias de otros sacerdotes que ya habían estado aquí. Vine acompañado por otros dos seminaristas, eso ayudó a que no me sintiera solo.
Cuando ingresé al seminario en Bonn, puedo decir que fue una experiencia muy bonita; en el grupo que me tocó habíamos 55 aspirantes, de los cuales los únicos extranjeros éramos nosotros.
P. ¿Por qué las diócesis alemanas necesitan extranjeros? ¿es tan grande la escasez de sacerdotes?
R. Sí, en este momento existe una escasez muy grande, que quizás sea lo contrario de veinte años atrás, donde Alemania, a nivel de sacerdotes estaba en muy buena situación comparado con nosotros en América Latina. Esto ha cambiado radicalmente en las últimas dos décadas. Le hablaba de que en 1985 entramos 55 al Seminario, en total éramos 164. Seis años después, la totalidad de los inscritos en el Seminario era 32.
P. ¿A qué cree usted que se debe esa reducción tan drástica?
R. Hay factores sociales y religiosos.
P. ¿El catolicismo ha perdido popularidad?
R. En parte, no solamente el catolicismo sino las iglesias históricas, incluida la protestante. No es que la gente ha dejado de ser religiosa, hoy en la posmodernidad se habla de que se está en busca de nuevas orientaciones religiosas. Más bien, se ha relegado la práctica a lo personal, es decir, que se entiende que se puede ser religioso en su casa sin necesidad de asistir a una iglesia.
P. Eso le resta poder institucional a la Iglesia, poder económico, también.
R. En el caso concreto de Alemania sí, porque cada católico paga impuestos al igual que los protestantes.
P. ¿Qué tan difícil le ha sido ministrarle a una comunidad con valores tan distintos a los suyos?
R. En mi caso tuve la suerte de estudiar aquí mismo durante cinco años. Me ordené en Santo Domingo pero me formé en Alemania. Estoy de nuevo aquí pero me preparo para volver a mi diócesis, en San Francisco de Macorís, el próximo año, si Dios quiere. Lo más difícil es entender la estrucutra de pensamiento de la gente. Aquí las personas son mucho más cerradas y concentran su cristianismo, su práctica de fe, en sí mismos. Esto me dificulta algunos aspectos en la celebración de la misa. Por ejemplo, en Santo Domingo cuando invito a orar libremente siempre sobran voluntarios, aquí no. Si usted hace lo mismo aquí, nadie toma la iniciativa, se quedan callados. También, cambiar cualquier acción dentro de la liturgia es impensable sin antes informarlo. Les falta el sentido de improvisación y espontaneidad, se ponen nerviosos. Intenté hacerlo en tres ocasiones y ya aprendí, no lo he vuelto a hacer, los dejo tranquilos.
Trabajo aquí en Villip pero ministro también en Walberberg y Sechtem. Me voy los viernes por la noche y regreso los domingos. Los viernes celebro la misa a las 6:00 de la tarde en Sechtem. Como es día de trabajo, vienen pocas personas que siempre se sientan en los tres últimos bancos; bien atrás. Es una iglesia grande, para quinientas personas. Me inquietaba esta situación y se lo comuniqué al sacristán y él me contestó diciendo que no lo intentara porque no regresarían jamás, ya que son personas ancianas que desde hace veinte años o más se sientan en el mismo sitio.
P. ¿Pero algo ha podido usted cambiar, o no?
R. Sí, ahora ya logramos para el adviento celebrar la misa alrededor del altar. Durante estas cuatro semanas se sientan adelante, luego, terminada la Navidad, regresan a su posición anterior. Eso ha sido un logro. Poco a poco los sábados y domingos algunas personas se sientan adelante, claro que la iglesia se llena. Otra cosa que he notado es que ha cambiado nuestro contacto, ya me invitan a sus casas, conversan conmigo. Antes eso no sucedía porque todo el mundo vive una vida estructurada.
P. ¿Quiere decir que le invitan espontáneamente a comer sin previa cita?
R. Exactamente.
P. ¿Usted confiesa?
R. Sí, claro.
P. Nuestros estándares morales son muy distintos a los alemanes,¿cómo se adapta a estos parámetros?
R. Nosotros tenemos otros parámetros para entender el pecado, quizás lo que nosotros vemos muy mal en el país aquí nadie se inmuta por ello. Por ejemplo, si una pareja de esposos tiene problemas viene y comulga como si tal cosa. En Santo Domingo es excepcional que algo así se dé, comúnmente antes se confiesa, esa es mi experiencia. El estado de conciencia sobre el pecado es distinto, lo que ocurre también entre los adultos y los niños. Me gusta escuchar las confesiones de los niños porque tienen una conciencia ecológica mayor que los adultos. Ellos confiesan haber matado un pajarito, un adulto nunca hace eso. Los niños ya tienen muy asimilada la noción de preservar la naturaleza.
P. Estos son valores que se inculcan mayormente en la escuela, ¿podría decirse que educa más la escuela que el hogar en Alemania?
R. Definitivamente, cada vez es menos lo que aprende un niño en su familia, casi todo se le enseña en la escuela. En un encuentro en la Universidad sobre pedagogía religiosa nos preguntábamos quiénes son los que de hecho influencian en la educación religiosa de los niños y se llegó a la conclusión de que aquí la formación moral y religiosa es asumida por los abuelos. Lo que se explica en función del tiempo que pasan los padres trabajando.
P. Quiénes van más a la iglesia, las mujeres o los hombres?
R. Eso está prácticamente balanceado. Es un aspecto positivo diferente con respecto a la República Dominicana, donde las iglesias están llenas de mujeres.
P. Cuál es el perfil de un católico alemán? ¿qué lo distingue del resto de la sociedad?
R. Ser católico alemán implica tener mucha conciencia de la solidaridad internacional. Las iglesias aportan mucho cuando suceden catástofres para ayudar.
P. ¿Le ve alguna conexión con un sentimiento de culpa socializado?
R. Subyace un sentido de culpabilidad colectiva, o también, por otro lado, admiten haber sido ayudados por otros países en algún momento. Cuando hubo la campaña de condonar las deudas de los países pobres, en el escrito de la Conferencia Episcopal Alemana estaba contemplado que también este país en sus tiempos de crisis fue ayudado por otros, como Estados Unidos con sus créditos blandos.
P. ¿Cómo es el futuro de la Iglesia en Europa?
R. La corriente contraria a la evangelización de América transcurre en este momento. Es decir, que somos los del Tercer Mundo los encargados de evangelizar la Europa moderna. Ellos mismos reconocen que necesitan una nueva vida, ideas de las iglesias jóvenes que motiven a la Iglesia vieja. Las nuevas migraciones son otra razón para la necesidad de sacerdotes de estos continentes. Algunos, muy pesimistas, dicen que la Iglesia Europea es una ancianita que solo piensa en el día de su muerte. Para nosotros la Iglesia en América Latina y en África es como una niña llena de esperanza que mira hacia delante. El futuro de la Iglesia en Europa va a depender en gran parte de las iglesias jóvenes de América Latina y África.

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