Ernesto Paredano Un músico seducido por el cálido y lento ritmo del Caribe

Ernesto Paredano Un músico seducido por el cálido y lento ritmo del Caribe

Ernesto Paredano es un migrante auténtico. Llegó al mundo en Barcelona, en el año 1978, pero desde muy pequeño se mudó a Asturias, donde creció. Luego, tras terminar sus estudios formales, emigró a México y terminó, hace tres años, viviendo en el corazón de la zona colonial de Santo Domingo, donde está tan feliz que poco le importan las vicisitudes que enfrenta todo el que comienza a restaurar una casona antigua: él es todo sonrisas. Nada, al parecer, le afecta.
Con su piano al lado, ya que estudió piano en el Conservatorio Superior de Música de Oviedo, así como Magisterio Musical y Comunicación Audiovisual, la música es parte de su alma y de su vida.
“Aquí en Dominicana trabajo para el Ministerio de Educación, para la radio televisión educativa, como productor musical del canal y de la emisora y mi vida se reduce a hacer música, básicamente”, cuenta.
La música, el arte, es parte esencial de su vida. El amor, sin embargo, ha pesado más; gracias a él está en el país, puesto que está casado con la dominicana Yin Lai Trinidad.

“Llego por amor aquí, mi mujer es dominicana. Yo la conocí en Madrid, también es algo que me encontré al lado de mi casa porque era mi vecina. Entonces una cosa llevó a la otra y al final acabamos casados y viniendo para acá, pues para hacer un cambio. Yo, la verdad tras vivir en México creo que me cuesta adaptarme no a España, sino a Europa; quizás Latinoamérica me ha hecho un poco más redondeado”, sostiene.

Cuando explica qué quiere decir con que se ha hecho más redondeado, dice que este lado del mundo hace a la gente más elástica, más paciente, quizás hasta más tolerante, porque los problemas son otros. Pese a ello, no comparte el estereotipo que existe en torno al dominicano: que es gente del calor, que va despacio y trabaja poco.
“Creo que es totalmente erróneo; yo nunca he visto trabajar a la gente tanto, tantas horas seguidas y con tanto esfuerzo, como aquí. Me quedo muy sorprendido del nivel de trabajo y de esfuerzo que hay y sobre todo el nivel de ganas, es decir, de emprender, que creo que eso es algo que nos echó en falta en Europa de alguna manera; cuando uno tiene proyectos que son locuras, quijotadas, ahí te tildan de “quijote”, aquí tienes gente que te va a apoyar, que va a caminar contigo a ciegas, aunque seas el Quijote, da igual”.
Por eso, a pesar de que vino con unos pequeñísimos ahorros, lo hizo con mucha ilusión.
Tropical. Paredano está tan tropicalizado que no le molesta, sino que le agrada, que aquí haya mucho por hacer. Tampoco se incomoda ni se desespera porque todo lo que no se ha resuelto: él cree que hay que buscarle la vuelta, por eso le encanta ver que la gente tiene una sonrisa perenne.
“Aquí, a no ser que te mueras, no hay problema, y muriéndote a veces tampoco porque… ¿ya qué? Tampoco puedes resolver eso, entonces esa actitud, yo creo que es mágica para vivir, para trabajar y para todo”, asegura.
El surrealismo, para él, es algo que hay que saber encajar. “A todo se le puede dar la vuelta, si uno viene aquí a desesperarse o a venirse abajo con cualquier adversidad, mejor que no vengas; aquí lo que tienes que hacer es dar la vuelta y reírte, y reírte porque te puedes reír y si te ríes de ti mismo y de lo que te pasa, aprendes mucho y aprendes mucho a reírte de lo que te preocupaba antes, de los problemas que tú tenías antes”, indica riéndose.
Ver la vida así, asegura, es muy sano: quitarse los agobios y las prisas, asegura sonriente, es el mejor legado del Caribe.
“Aquí hay un ritmo natural, como cualquier país lleva su ritmo; en el espacio vital de la gente hay ritmos para que las cosas sucedan, y si se tienen que hacer se hacen y se hacen rápido. Pero lo normal es que vayan con un ritmo más lento, quizás, al que estamos acostumbrados, pero van… Entonces en ese proceso pasan muchas cosas, y no se pueden acelerar: la vida lleva el ritmo que lleva, entonces creo que hay mucho que aprender del dominicano”.
Otra cosa que le gusta de la gente es la manera de ayudar, “de ofrecerse con todo, de compartir lo que tienen, hasta quedarse sin nada, porque lo hacen”. Por ejemplo, cuenta que al comenzar a instalarse en su casa estaban sin agua ni energía eléctrica y los vecinos les han ayudado. Los obreros que hacían los trabajos en su casa le han ofrecido, además, comida.

Genética. Paredano es un enamorado de las mezclas genéticas. Del dominicano le encantan esos aires heredados del África ancestral, la Madre Patria y los taínos que algo debieron dejar. “Es una mezcla muy vital, y toda la memoria histórica, la carga genética incluso que pueda traer el dominicano, lo hacen un ser maravilloso, por mucho que quieran decir ellos que no, porque todo el mundo se tira piedras a su propio tejado”.
Tan aficionado es que se casó con una mujer mitad dominicana, mitad china, lo que convierte a su hija Adela en una niña con una mezcla genética muy interesante. “La mamá de mi mujer es china y entonces la mezcla es muy grande, pero finalmente tampoco es raro aquí; aquí uno se encuentra de todo en ese sentido”.

Audiovisuales. La música y el amor no son lo único en la vida de Paredano. También hace audiovisuales. Todo surgió por el “ruido” que la música le producía en muchas películas. “Siempre quise saber el lenguaje cinematográfico, el lenguaje audiovisual, los códigos, la narrativa, la estética, para yo poder, como músico, meterme dentro de una historia sin estropearla o sin sacar de lo que es la historia del espectador. Y entonces pues estudié Comunicación Audiovisual para eso”.
Producto de ello, ha trabajado con muchos directores en cortometrajes, largometrajes y documentales. Posteriormente, filmó un corto en Asturias con el que llegó al Festival Internacional de Cine de Gijón y, justo antes de venir para acá, estuvo durante ocho meses en el monte asturiano filmando un largometraje que está en postproducción.
Es su sueño personal, cuenta, y lo está tomando con mucha calma porque es el productor, productor ejecutivo… el todo. Por ello, lo está disfrutando mucho a pesar de que no pretende llegar a las salas de todo el mundo porque no es comercial. “No todo tiene que serlo y bueno es una parte que me gusta también, estar detrás de la cámara, soy fotógrafo de fija; en Salamanca me especialicé en fotografía porque no tenía piano y tuve que agarrar algo”.

78. Trinidad, la esposa de Paredano, es fotógrafa profesional y directora de arte. Como sus talentos se complementan crearon en Madrid un estudio creativo y, al llegar al país, constituyeron su empresa: 78 (sí, 78), especializada en publicidad, branding, música, vídeo, diseño, rediseño y consultoría. Este, su proyecto en común, es su apuesta. Con ella crean ese nuevo mundo con el que sueñan: el suyo.

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