Los efectos psicológicos que produce la diabetes han sido objeto de estudio desde hace muchos años. A cada persona del núcleo familiar, le concierne entender que la enfermedad va más allá de un organismo desordenado.
Tenemos frente a nosotros a una persona que enfrenta una dificultad, que sufre por esa causa y cuya vida cambia en forma transitoria o definitiva.
Se reconoce que el aumento peligroso de la glucemia puede ocurrir en el transcurso de algunos días y la persona se siente amenazada, con temor, calculando cada paso que da. Trata de aceptar que debe mantener un control estricto de la glucemia. Muchas veces evita salir a eventos que involucren ciertas comidas, reduce los viajes prolongados por la falta de baños cercanos. No encuentra grupos de apoyo para hablar libremente de su condición, además del médico o el personal de salud.
Situaciones que generan amenazas constantes y temores no son la única fuente de conflicto de la persona que experimenta esta enfermedad con características tan propias. Es el cúmulo de los conflictos del día a día que genera demandas y exigencias a su capacidad emocional y económica para confrontar la realidad.
El paciente reconoce que definitivamente necesita de fuentes externas de ayuda. Es aquí donde la estructura familiar amortigua sus emociones, y contribuye a hacer llevadero el tratamiento dándole el soporte necesario en todo momento.