Escritores del Sur o el Sur ante su propio reflejo literario

Escritores del Sur o el Sur ante su propio reflejo literario

El sur, a veces tan contrapuesto en la aridez y el verdor, también es, habita, existe en las letras con su carga de particularidades, más allá de sus pesares y gozos, de voces que traspasan sus fronteras para divulgar un realismo mágico que marca a nativos y extasía a extraños.
La región más seca y más pobre del país, condiciones demasiado vinculadas, es rica en paisajes, en folclor, en costumbres heredadas de una mezcla ancestral. Una parte de esta esencia está plasmada en la antología Escritores del Sur. Una compilación de textos de 23 autores nacidos entre 1836 y 1935.

Une a Máximo Gómez, Francisco Gregorio Billini, Tulio Manuel Cesteros, Rafael Damirón, Sócrates Nolasco, Renato de Soto, Emigdio Osvaldo Garrido Puello, Blanca Kais Barinas, Apolinar Perdomo, Osvaldo Bazil, Zacarías Espinal, Héctor J. Díaz, Héctor Inchaustegui Cabral, Sócrates Barinas Coiscou, Rafael Cintrón, Carmita Landestoy, Joaquín S. Inchaustegui, Max Uribe, Joaquín Marino Inchaustegui, César A. Herrera, Rafael Herrera Cabral, Edna Garrido de Boggs y Héctor Colombino Perelló.
Esta selección muestra abordajes que van desde el romanticismo hasta la denuncia social y política. Incluso es posible encontrar esos elementos en un mismo escritor. Desde narrativa y poesía hasta ensayos, notas lexicográficas, trabajos folclóricos, semblanzas, escritos costumbristas y editoriales periodísticos. Un reflejo de ese mundo ni distante ni diferente.
El radio de acción es amplio y los sureños escriben con la misma entrega al amor, al deseo, al campo de montañas desoladas, a seres superiores, a la alegría, a su historia, a sus personajes. Su voz es igual un grito contra las injusticias, contra la pobreza lancinante y el desangramiento del país, que han propiciado locales y foráneos, con las dictaduras y las invasiones.
No es una recopilación de géneros, corrientes, generaciones ni temas específicos, y eso junto a la extensión generacional suma valor.
Ese alcance permite sondear, dar un paseo ligero y sustancial para conocer de primera mano épocas, costumbres y creencias que agonizan bajo la modernidad y del mismo modo encontrar textos de autores que nacieron a mediados del siglo XIX y vivieron hasta principios de este. Oportunidad de navegar entre dos aguas que amplían la visión.
Una diversidad de matices posibilita apreciar la heterogeneidad, la diversificación de los creadores, con estilos a veces tan disímiles. Marcados tal vez por sus propias experiencias, por las tendencias y, claro, por la época, puesto que entre el de mayor edad y el más joven hay un siglo de distancia.
Es sobre todo palpable cómo evoluciona la lengua desde el primer texto hasta el último. Cómo asaltan la vista palabras ya casi en desuso y quizás hasta desconocidas por las nuevas generaciones o asombre el toparse con snobismos en textos escritos en el siglo XIX.
Si hay una característica enlazante es el lenguaje, coloquial en ocasiones, elegante en otras, pero en todos los casos manejado con una alta conciencia de su belleza.
Resalta la osadía de los que escribieron hace más de 100 años con un desafío y una frescura que dejan la sensación de que profetizaron o marcaron la línea a seguir a sabiendas; o los que en medio de dictaduras levantaron su discurso de protesta.
Quizás resulte una sorpresa para algunos el narrador que abre esta muestra: el banilejo Máximo Gómez, más exaltado por su espada que por su pluma.
Dos trabajos lo desnudan preocupado por las injusticias y el poderío avasallador de los extranjeros esclavizadores de los nacionales en su propia tierra.
En El sueño del guerrero presenta a un Cristóbal Colón derrotado por su conciencia, en un mea culpa por las atrocidades cometidas durante la conquista del nuevo mundo, y en El viejo Eduá las críticas son contra España y sus atropellos a los independentistas cubanos.
El siguiente en la lista, Francisco Gregorio Billini, aunque nacido en Santo Domingo, entra a esta selección no porque sus padres eran banilejos, sino por el amor profesado a esa tierra. Su novela Baní o Engracia y Antoñita es un texto romántico costumbrista, que describe las bellezas naturales y las vivencias de su infancia y juventud en ese pueblo.
A Tulio Manuel Cesteros, de San Cristóbal igual que Rafael Leónidas Trujillo, el texto que lo ha catapultado es La sangre, en el que narra las atrocidades, las vidas marcadas por la tiranía. Por eso fue elegido.
Con La cacica, su obra cumbre, figura el barahonero Rafael Damirón. Es una novela criollista, que retrata las costumbres de la época y las situaciones políticas que permeaban al país.
De Sócrates Nolasco fue seleccionada Ma Paula se fue pa otro mundo, uno de los textos más significantes en cuanto a las creencias magico-religiosas; y Se casa Ciprián, cargado de folclor.
Renato de Soto, representante de Azua, está antologado con Antojo femenino, otro retrato de la dominicanidad y de las incógnitas del alma humana.
Emigdio Osvaldo Garrido Puello, sanjuanero cultivador del cuento costumbrista, deja su estampa en este muestrario con Las dos cajas de dientes, Olegario Fernández y Lico la ciega.
La más joven de la selección de narrativa, la sancristobalense Blanca Kais Barinas, fue antologada con los relatos El compromiso, La visa de la abuela y La última palabra. Con esta autora cierra esa parte.
Apolinar Perdomo, neibero cuyos poemas fueron recogidos tras su muerte en Cantos de Apolo, inaugura este apartado con Canción de amor, Tú, y Venus viva, que lo describen como un atrevido cultivador de la estética.
A Osvaldo Bazil, de San Cristóbal, lo representan Pequeño nocturno, Copa de olvido y Desgarradura de dos silencios, que exponen la desolación que llega a invadir el espíritu.
Su coterráneo, el clásico y vanguardista Zacarías Espinal, ofrece una muestra de siete textos que entre el verso métrico y el libre y la prosa poética marcan su paso por esas corrientes.
Sócrates Barinas Coiscou, compueblano de ambos, con La senda del progreso, La senda de la conciliación, Sueños y Tus manos, con un estilo clásico abre un espacio a la sensibilidad y a la incitación a la bondad.
El azuano Héctor J. Díaz es el más conocido por la gente llana, pues sus poemas eran leídos a diario en la radio y los escogidos Lo que quiero, Como te quería yo y Beso imposible son de los más recitados.
En Héctor Inchaustegui Cabral, de Baní, la poesía es ira, rebelión y llamado a combatir. Esto lo evidencia Invitación a los de arriba, plasmado en el volumen.
Rafael Lara Cintrón, del mismo pueblo, tiene dos muestras, Fábula del amor que retorna y Conocimiento de la muerte, con los que navega entre lo romántico y lo espiritual.
La última parte de Escritores del Sur contiene textos diversos que inician con un fragmento de Yo acuso, la obra con la que la banileja Carmita Landestoy denuncia la tiranía de Rafael Leónidas Trujillo. Continúa su compañero de patria chica Joaquín S. Inchaustegui, con una reseña sobre Baní, proseguido de Notas lexicográficas, del sanjuanero Max Uribe.
Tres banilejos siguen en línea: Joaquín Marino Inchaustegui con El prefacio de Cristóbal Colón y la isla española; un fragmento del ensayo Anexión-Restauración, de César A. Herrera, y cinco editoriales periodísticos de Rafael Herrera Cabral.
La antropóloga azuana Edna Garrido de Boggs aparece antologada con su trabajo El dominicano visto a través de sus juegos. La selección concluye con un fragmento de Baní en los años 20 y 30 del poeta y costumbrista oriundo de ese pueblo Héctor Colombino Perelló
El director de la Editora Nacional, José Enrique García, explica las intenciones de este muestrario de la expresión del Sur, resaltar a sus autores, sus campos creativos y estilos, en una selección pautada por el año de nacimiento pero además, por criterios como la dedicación, la persistencia creativa y los valores per se de los trabajos.
Consciente de que es una producción limitada, indica que tienen ahora el compromiso de entregar una obra similar con las siguientes generaciones de escritores sureños.
Autores como el barahonero José Alfredo Torres, el neibero Ángel Hernández Acosta, y César F. Objío, de Baní, quedaron fuera de la selección, porque según el prólogo no fue posible contactar a sus familiares para que dieran la aprobación. Una pena.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas