Escrúpulos y oportunidad

Escrúpulos y oportunidad

Aquellas narices tapadas que pretendían contener la fetidez del Frente Patriótico se destapan a cada rato. Es el riesgo de asumir el discurso ético como premisa. La fragilidad de ser “los buenos” frente a “los malos”, en la contienda política. Los sanos. El acuerdo sellado el 2 de junio de 1996, que condujo al PLD al poder, provocó golpes en el pecho, imprecaciones, que las urnas no recogieron.

Son reiterados los pujos falsos de quienes se quedan afuera de los acuerdos o no saben negociar. Cuando el toma y daca no funciona, recurren de inmediato a la sarta de epítetos que sirven para conectar con la emocionalidad del colectivo. El recurso es la competencia de agravios. Redactar la palabra que más hiera, descalifique o prenda en el ánimo borreguil. La lista de adjetivos, como aquella que escribió el Cardenal López Rodríguez, entonces obispo de Santo Domingo, para referirse a las personas que le atribuían simpatía con el reformismo, durante la crisis electoral del 1990. Se solazan cuando en la calle repiten el manual elaborado en conciliábulos de honorables, beneficiarios del peculado, algunos cautivos de mandantes criollos y extraños, que prefieren la clandestinidad y alquilan vocería.

Porque la política no es oficio para mercedarias ni carmelitas, menos para franciscanos y cuando le toca a cada uno su oportunidad, repiten el procedimiento que después se desgañitan censurando. La memoria corta y la prisa, la mudanza y el limbo de los más aguerridos estrategas, evitan que le estrujen en la cara a muchos que ahora hacen galas de integridad, sus transacciones y su disfrute del erario, su oscuro funcionariado. Su defensa de lo que hoy repudian.

La historia política dominicana es la historia de acuerdos y mancuernas políticas inexplicables, de opciones malhadadas para tener y conservar poder. Cuando los analistas lozanos no existían, cuando jóvenes periodistas no tenían partida de nacimiento y para una generación Trujillo era fábula, Balaguer la imagen difusa de un viejito bueno, Don Antonio y Salvador Jorge Blanco, evocación de adultos en sobremesa, existían, ocurrían, mortificaban, las alianzas. Con y sin corbata, con o sin náuseas. Inútiles, onerosas, exitosas o fracasadas.

Sin necesidad de evocar patricios y sus claudicaciones, que en ocasiones sirvieron para evitar la muerte, anexionistas, nacionalistas, rojos, azules, todos estuvieron mezclados, en algún momento. Antes de chivas amarradas, de Pactos Patrióticos y Por la Democracia, de Concertaciones, de la Convergencia auspiciada por Jacobo Majluta y su partido, del Bloque Progresista y de la Unión Nacionalista, hubo remiendos, solución para espulgar. En La Habana hubo quiebre, separación en aquel PRD de leyenda. Ese del exilio que enseñó el alfabeto de la democracia y continuó agregando y restando, hasta convertirse en siglas negociables para garantizar su permanencia.

Justificar no es la palabra, reconocer sí. Recordar y admitir que el juego político no es para menores. Por eso hubo suma de trujillistas al PRD después de mayo del 1961, cívicos convertidos en golpistas y en balagueristas. Hubo Pacto de Río Piedras, Acuerdo de Santiago y de Santo Domingo, ministerios ocupados por responsables de crímenes de Estado. Por eso Álvarez Bogaert fue compañero de boleta de Peña Gómez.

Más que demonizar alianzas se impone la realización de pactos que transformen el quehacer político nacional. Con la misma presteza que se cuelgan principios, en el perchero del oportunismo, se debe abogar por el imperio de la ley. El pacto por la Democracia fue un intento. Existen antecedentes paradigmáticos. El Pacto de la Moncloa, la Concertación Chilena, el Pacto de los Olivos, enseñan. Víctimas y victimarios discutieron las reglas de la democracia y vigilaron su vigencia. Aquí se necesita trascender la defensa de la curul y la regiduría. Sacrificios y concesiones en procura del bien común. La real politik aleja los sueños pero encanta con la realidad. El pragmatismo ofende a quienes no tiraron primero el anzuelo o la atarraya que atrapa al cardumen levantisco con urgencias y hambre.

 

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