Escuchemos al obispo Holguín

Escuchemos al obispo Holguín

Las obras del Estado por lo general resultan más costosas que sus similares hechas por el sector privado o por entidades sin fines de lucro. Este detalle por lo general ha sido motivo de suspicacia para la gente, que aunque no tiene medios para hacer las debidas comprobaciones, toma con escepticismo las cifras con las que el Gobierno detalla sus inversiones o gastos. Son escasas, por no decir inexistentes, las auditorías que permitan desentrañar la verdad de los costos de las obras del Estado.

Por esas razones está más que justificada la preocupación del obispo de la Iglesia Episcopal Dominicana, Julio César Holguín, ante el hecho de que la construcción de un aula de 40 metros le cuesta al Estado un promedio de 2.4 millones de pesos, con los que su iglesia construye tres salones similares para dar clases. Más oportuna no podía ser esta observación, tanto porque el Gobierno está construyendo unas diez mil aulas como por el hecho de que el religioso es miembro de la Comisión de Veeduría del Ministerio de Educación.

Más allá de la supervisión estructural de las obras que hace el Estado, es necesario hacer un ejercicio de transparencia para sacar a flote sus costos reales. El obispo sugiere que el CODIA y el Colegio de Contadores se encarguen de esas verificaciones. Sus observaciones son un valioso ejercicio de veeduría en defensa del interés del país.

CAPOTILLO MERECE OTRO ENSAYO

El programa Barrio Seguro nació en el barrio Capotillo y allí sucumbió sin los resultados pretendidos. El peso de las causas sociales se encargó de sepultarlo. Este barrio, de gente hacinada y sin oportunidades, sigue sitiado por la violencia, baja escolaridad, delincuencia, vicios y desempleo, flagelos sociales que Barrio Seguro prometió erradicar. El dirigente comunitario Abel Rojas afirma que en una noche llegan a escucharse hasta 500 disparos, de los que resultan personas heridas.

Ha quedado de manifiesto que la seguridad del barrio no se garantizaba con saturarlo de vigilancia policial. Que no se resolvía con el atronador ruido de las desaparecidas Harley Davidson, ni con los frecuentes discursos. La solución es atacar las causas sociales que impulsan la descomposición. Hace falta un nuevo ensayo en Capotillo, un plan efectivo basado en las necesidades de la gente, en las causas de sus males.

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