Reconozco mi inexperiencia con las escuelas públicas, pues mi educación primaria transcurrió en una escuelita privada. “Los Angelitos” como se llamaba mi escuelita quedaba apenas a dos cuadras de mi casa. Como se dice, nací y me crié en la calle Dr. Báez en Gascue. Era una calle tranquila donde todos los vecinos se conocían y podíamos jugar sin ningún peligro. Al terminar la primaria en mi escuelita pasé al colegio Luis Muñoz Rivera y al cerrar éste debido a la revolución de abril, me trasladé al colegio La Salle donde termine mi bachillerato. Al inicio de la revolución salí de la casa que me vio nacer para regresar solamente a verla, con cierta nostalgia, desde afuera. La revolución impactó mi mente joven hasta los días de hoy. Despertó en mí los deseos de más justicia social. Tenía sueños y utopías y a diferencia de ahora que todos mis líderes están muertos, en ese entonces teníamos líderes vivos.
Nuestro sistema de educación pública ha sido deficiente por muchos años, caracterizado por plantas físicas inadecuadas y un profesorado mal pagado y consecuentemente, en su mayoría, mal preparado. Recuerdo una conversación con el Profesor Juan Bosch durante su periodo de clandestinidad después de la llegada de Caamaño. Nos dijo Don Juan “los políticos no invierten en educación y salud porque los resultados de esa inversión no se ven en tres o cuatro años”.
Esa conversación tuvo lugar en casa de mis amigos los doctores Pedro Pablo Paredes y Rosa América Martínez de Paredes donde en más de una ocasión estuvo escondido Don Juan durante sus noventa días de clandestinidad. Con el reciente aumento del gasto en educación veremos con el tiempo muchos cambios positivos, pero antes pasaremos por etapas de escuelas mal construidas y sobrevaloradas, niños intoxicados e ingenieros muertos hasta llegar a sanear el sistema con profesores bien pagados y preparados. Es responsabilidad del gobierno, la justicia y toda la sociedad velar para que cada peso se gaste de manera trasparente y efectiva.
Este año se celebra el cuarenta aniversario de mi promoción en la Universidad Autónoma de Santo Domingo a la cual ingresé en contra de algunos miembros de mi familia que querían que fuera a la recién creada universidad Pedro Henríquez Ureña. Mis largos años en la UASD fueron una experiencia inolvidable y muy valiosa para mí. Durante mi último año haciendo el internado rotatorio me pasé seis meses en el Hospital Gautier, tres meses bajo la dirección del Dr. Carlos Lamarche quien luego fuera mi padrino de tesis. Lamarche con su estetoscopio, que no lo dejaba ni para ir al baño, podía hacer cualquier diagnóstico sofisticado.
Los otros tres meses los pasé aprendiendo de las manos prodigiosas del Dr. Eduardo Rodríguez Lara, sin temor a equivocarme puedo decir que en esa época el hospital Gautier funcionaba mejor que ahora. La falta de una política de salud seria por parte de cada uno de los gobiernos que he tenido la oportunidad de ver durante mi vida como médico, ha creado un sistema ineficaz y excluyente. Entiendo que son muchos los problemas del sistema pero con el presupuesto actual nadie puede hacer milagros, la salud es cara y con menos de 2% del PIB dedicado al sector no es posible iniciar un proceso de mejoramiento de los servicios sanitarios. Con gran orgullo inauguramos grandes centros con tecnología de punta y al mismo tiempo se nos mueren unos 100 niños de dengue.
La muerte de estos 100 hijos de Machepa no ha provocado la indignación suficiente en nuestros gobernantes para considerar un aumento de presupuesto, lo que sí vimos como de costumbre fueron los famosos y los estúpidos operativos.
Todos debemos luchar para que el presupuesto del año 2017 dedique un 5% al sector salud con un aumento de 1% por año para alcanzar en el año 2020 un 8%.
Si no nos ocupamos de los vivos menos nos ocuparemos de los muertos. La falta de ética ciudadana y de responsabilidad de las autoridades se expresa vivamente visitando un cementerio. Si tenemos “hospitales pocilgas”, qué podemos esperar de los cementerios? A mi llegada a los Estados Unidos me impresionó ver aquellos pequeños cementerios al lado de las iglesias, sin verjas, limpios y siempre con flores. El cementerio militar de Arlington en las afueras de Washington que tiene 150 años, es un lugar turístico y digno de ver. Así como tenemos que pagar por escuelas y clínicas privadas, ahora tenemos que pagar por cementerios privados para poder descansar y que nadie se robe los huesos de tu madre.
Las escuelas, los hospitales y los cementerios son reflejo de muchos años de gobiernos ineficientes y corruptos. Líderes arcaicos que prefieren un pueblo pobre y sin educación al cual es fácil de controlar con pequeñas dádivas y promesas nunca cumplidas. Necesitamos líderes modernos que no se enloquezcan con el poder y el dinero fácil. Necesitamos empresarios solidarios, necesitamos un pueblo educado y saludable que pueda exigir lo mejor de sus gobernantes. Por el momento la situación es frustrante!