Ese proceso penal

Ese proceso penal

La tradición provoca. El vía crucis, las siete palabras son parte de las páginas de este periódico, cada año. Después de la exhibición de la polémica película de Mel Gibson “La Pasión de Cristo”, recurrí, una vez más, al capítulo V del irremplazable “Casos de Conciencia de un Abogado” -J. Isorni- y redacté “El Proceso Penal y la Pasión de Cristo” (HOY abril 2004), El inicio de la Semana Santa obliga la recreación del extenso reportaje. La película fue provocadora. Urbi et orbe, la comunidad cristiana se conmovía o se indignaba con la jornada de sadismo, con la inclemente flagelación que sufre en la pantalla, el hijo amado del Padre. Las ofensas en el mundo judío no faltaron. Gibson, católico, opuesto a las reformas vaticanas, rechazaba las críticas. Decía que solo pretendía demostrar el sacrificio de Jesús. Los jeques de la industria cinematográfica no creyeron en el proyecto, dudaron de la violencia, les asustaba el atrevimiento del idioma: arameo, hebreo y latín. El director financió su osadía y el filme se convirtió en una de las películas más taquilleras, rentable y controversial de la historia del cine.
En el citado capítulo V: “El Deicidio y la Conciencia”, Isorni comenta los detalles del proceso penal contra Jesús. El análisis jurídico del trascendental acontecimiento cristiano, fue impugnado. Su divulgación coincidió con la perturbación causada por el Concilio Vaticano II. Todavía hoy, la dilucidación de los pormenores del proceso, provoca inquietud y algunos prefieren desdeñar la perspectiva terrenal de la pasión. El primer error procesal, señala el escritor, abogado y político francés, está en la incompetencia de la jurisdicción apoderada. Judea, había sido conquistada, sesenta y tres años antes del nacimiento de Cristo, por uno de los ejércitos romanos. La población estaba en contra de la ocupación y manifestaba su disgusto de manera constante. Los gobernadores de las provincias, eran temidos y al mismo tiempo repelidos por sus atropellos. Tenían derecho de vida y muerte sobre todos los habitantes. El Procurador de Roma era Poncio Pilatos. A Jesús lo acusaban de blasfemo, un blasfemo no podía ser juzgado por los romanos, un sedicioso sí. Por eso, sostiene Isorni, modifican la calificación.
Cuando presentan la acusación ante Pilatos la convierten en atentado contra la seguridad del Estado, para forzar la competencia. Empero, Jesús era galileo. Los hechos fueron cometidos en Galilea. El juez competente debía ser Herodes Antipas, el tetrarca de Galilea. Pilatos envía al acusado ante Herodes, porque conoce la incompetencia, pero el gobernador no estaba en su jurisdicción sino en Jerusalén, celebrando la pascua. El acusado tenía derecho a un defensor que nunca existió. Si hubiera existido, la defensa hubiera triunfado alegando la incompetencia, continúa Isorni. Sin embargo, el abogado de Jesús enfrentaría un dilema: “¿a quién defender: a Dios o al judío rebelde? ¿Puede haber en el mundo un abogado que, durante un proceso, se atreva a afirmar que defiende a Dios?” Si lo defiende como hombre, el argumento apropiado es la enfermedad mental. Alegaría que un hombre debe estar soñando para pretenderse rey y poseer un reino en otro mundo.
El autor del libro mencionado, abogado del mariscal Petain, considera a Pilatos arquetipo del juez político: “Está convencido de la inocencia de Jesús pero lo condenará. Es lo que se hace siempre en materia de justicia política. El juez dicta una sentencia contraria a su convicción.” Enumera más pifias: Pilatos escribió sobre la cruz: Jesús De Nazaret Rey de los Judíos, pero la condena fue romana: crucifixión. Tampoco respetaron la víspera de Sabbat y además, el juicio fue de noche. La sentencia debió pronunciarse al día siguiente de los debates, no obstante, Jesús fue condenado de inmediato. No hubo testigos de descargo y las audiencias tenían que celebrarse en el templo y tuvieron lugar en la casa de Caifás. Con o sin errores procesales, sacrílego o sedicioso, la actitud de la multitud, decidió que la profecía se cumpliera. Enardecida, prefirió a Barrabás, no a Jesús.

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